Por Daniel Averanga Montiel
Novela coral muy, muy interesante en su descripción de la realidad boliviana desde el contrabando y la clandestinidad, contiene escenas divertidas, dramáticas y cotidianas, sutiles a la par de estresantes, pero escritas con una fluidez y un ritmo frenéticos, de ese estilo de libros que sí valen la inversión de tiempo para leerse. Yo no lo ubico a Bernardo Ayala, nunca lo leí y su biografía en la solapa no me dice mucho. Menciona novelas que no sé dónde conseguir y musicales que tampoco conozco (ni me interesa conocer, salvo que esté ahí Mía Goth, seamos sinceros), y ese concurso mundial de escritura al que menciona que salió “semifinalista” me suena a mamada pero de las que haría un p’ajpaku salido de una novela de Juan Pablo Piñeiro… No obstante, si sus anteriores trabajos se acercan a esta novela en estilo y agilidad, estoy seguro que los buscaré. El título “Imperio salvaje” me hace pensar en un facho cincuentón que escucha Radio Mundial o Panamericana, que admira a Sergio Calero (y odia a María Galindo) y añora que vuelva Banzer de la tumba para civilizar, cual si se creyera un nuevo Domingo Faustino Sarmiento, a los indios respondones e ignorantes que se creen líderes de nuestro país, antes digna república, hoy cochino estado plurinacional, pero el mismo título se justifica por las decisiones de los seis protagonistas que danzan en un baile de supervivencia con Sopocachi como lugar de encuentro común. Sí, como leen acá, Sopocachi, el Montículo, y ciertos lugares clave de la Hoyada, que no actúan solo como tramoya de los hartos sucesos que golpean y acarician a nuestros personajes, parecen “respirar” y “actuar” junto a estos seis amigos. Recreando la hermenéutica argumental de “El Padrino” de Mario Puzo (personaje A sigue el legado de su familia, creciendo en influencias y poder, y por lo tanto rozando lo corruptible), “Imperio salvaje” apela a la magistral metodología de las novelas corales y sale triunfante de su misión. Toma en cuenta lo que se ve en “Los días de la Peste” de Paz Soldán, que enseña el ritmo preciso para sacudir al lector de la manera adecuada y en el momento adecuado, el inquietante tejido argumental de “Reconstrucción” de Urquiola Flores, que es una Master class de cómo volver cómplices en el dolor y la angustia a los lectores y, cómo no, la acidez de “Hablar con los perros” de Urrelo, para terminar cada uno de los hilos narrativos de los seis personajes en uno solo y…
No voy a hacer spoilers.
Vayan, compren la novela rápido chocos, señoritas, jóvenes contrabandistas, jóvenes decentes e indecentes, damas y caballeros y demás bestiario del horóscopo chino, disfruten de la novela de Bernardo Ayala, una decisión muy buena de difusión de Editorial Nuevo Milenio.