10/24/2017 por Marcelo Paz Soldan
Un río que crece, la literatura boliviana en 60 años

Un río que crece, la literatura boliviana en 60 años


Un río que crece, la literatura boliviana en 60 años
Por: Gabriel Chávez Casazola

(El libro publicado con el auspicio de ASOBAN ha sido escrito por Mariano Baptista, Edmundo Paz Soldán, Mónica Velásquez, Magela Baudoin, Giovanna Rivero, Martín Zelaya y Gabriel Chávez Casazola, editor.)
Límpido lago que refleja el cielo al pie de las montañas. Ojo de agua en medio de la espesura y los envolventes sonidos de la selva. Riachuelo cantarino discurriendo a la vera de los molles, entre maizales atardecidos. Pero también, a no olvidarlo, áspera sed de tuscales, colérica aridez de socavones, reflujo de sangre e impotencia, trizado paraguas del que se marchó, aguardiente de los márgenes, corriente de vidas inanes en las ciudades de los deshabitados, cauce que alimentan sus delirios, mar imposible.
Todas esas imágenes pueden reflejar lo que la literatura boliviana es; a la par suma y multiplicación de voces singulares y a menudo distantes o contrastantes, gestadas al interior de este país nuestro, largamente desvinculado hacia adentro y hacia afuera, sin rutas fluidas -materiales o intelectuales- que nos permitieran ligarnos y descubrirnos o descubrir a nuestros vecinos y ligarnos a ellos; viviendo casi de espaldas entre regiones, culturas y grupos sociales, encerrados entre fronteras imaginarias -todas lo son- como las que traza un geopolítico o las que marca la genética que da color a nuestra piel o el azar que nos hace nacer con más o menos oro -ese otro valor imaginario- en el bolsillo; “encuevados” como apuntaba el crítico peruano Luis Alberto Sánchez a mediados del siglo pasado; ensimismados, en el centro mismo de la periferia, entre la timidez y el orgullo, anverso y reverso de un mismo no-saber; sin querer (re)conocernos a nosotros mismos, sin decidir mirarnos a los ojos en nuestras originalmente antagónicas, pero al cabo complementarias, herencias indígenas y occidentales, en su sabroso -aunque problematizado- mestizaje, en nuestro difícil y prolongado parto nacional.
Escribir en Bolivia
De la formación, decurso y cotidianidad de “este país tan solo en su agonía”, como lo quiso Gonzalo Vásquez Méndez; de este “país sin hora y sin aurora” que dolía a Franz Tamayo; de esta “patria de sal cautiva” que nombraba Óscar Cerruto; de este “país no país” de Robertito Echazú, da cuenta nuestra literatura, como también -y sobre todo- de sus hombres y mujeres, de sus trabajos y sus noches, sus placeres y sus días; aunque muchas veces -eso los escritores lo fuimos descubriendo con el tiempo, precisamente en la etapa que abarca el presente libro- no se necesite hablar explícitamente de Bolivia ni de aquello que -clara o estereotipadamente- se supone que es o debe ser lo boliviano ni tampoco escribir desde un locus nacional para ser autores con carta de ciudadanía. De aquí somos, es cierto, pero la patria mayor del escritor es el lenguaje y todos los hombres somos, al fin y al cabo, el mismo fugaz hombre.
Mas, haber nacido en esta sorprendente y diversa región del mundo nos define -y hasta signa- en muchísimos aspectos; aunque escribamos sobre el cosmos (o el caos) sin nombrar a Bolivia, querámoslo o no, ella habla de alguna manera a través nuestro. Tal es nuestro destino (nuestra “doble desgracia”, lamentaba Cerruto): haber nacido / bajo este sol / y ser artista // una mano / posada en el teclado / y otra entre los dientes / mordida.
Asignatura pendiente
Aunque se han realizado algunos acercamientos a la historia de la literatura boliviana, resultan ser escasos e insuficientes considerando todo lo que ella es y representa. En realidad, no se ha escrito todavía una historia integral de nuestra literatura y los esfuerzos más sistemáticos y abarcadores son bastante recientes.
Además, todavía existen grandes zonas de sombra en la historia de la literatura boliviana -si conocemos muy poco de las manifestaciones protoliterarias y literarias de los pueblos originarios y de la producción de sus individuos en el período precolombino, algo similar sucedió con la literatura colonial producida dentro de los límites de la Real Audiencia de Charcas durante casi tres siglos- e incluso no han sido aún debidamente estudiados ni sistematizados algunos períodos bastante recientes de nuestra producción literaria.
Una panorámica comentada
Por eso, resulta muy valiosa la decisión de ASOBAN de realizar la publicación de “Un río que crece. 60 años en la literatura boliviana 1957-2017”; un libro que no pretende ser una historiación exhaustiva sino una panorámica comentada de la literatura boliviana de los últimos sesenta años, que no tiene (ni quiere tener) un abordaje académico.
Los textos escritos por los coautores mantienen un tono coloquial y de crónica -sin por ello renunciar al rigor y a la valoración crítica imprescindibles-, ya que esta obra tiene fines de divulgación e información para el lector no especializado; pero a la vez, ciertamente, busca despertar interés para que se realicen futuros estudios en profundidad con nuevas visiones; ahora que nuestra literatura se torna multipolar y se expande geográfica y temáticamente como un río que crece y llega al mar, ya no imposible, de los lectores de otras regiones del mundo y alcanza a nuevos y más lectores bolivianos.
Sí, nuestra literatura boliviana existe y es un río que crece; un río que fluye y al fluir deja a su paso, como escribió Jorge Suárez, “rosas de polvo” -escrituras, signos, caligrafías- de extraña belleza sobre las orillas de sus lectores; un “río de pie”, como lo quería el poeta Raúl Otero Reiche.
Fuente: Ideas