06/22/2015 por Marcelo Paz Soldan
Los dos mundos de Paulovich

Los dos mundos de Paulovich

Paulovich

Los dos mundos de Paulovich
Por: Aida Zuazo D.

A sus 87 años, Paulovich (Alfonso Prudencio Claure) rememora todo lo que atravesó en el periodismo y en la política, pero asegura que todos los personajes de su columna semanal, que lo ha hecho popular, no son reales. “No se cuál gozo más, si el mundo ficticio que creé o el mundo real. Es que en el ficticio tengo mi chola, mi moto, mis tías y tíos, en cambio en el real no”, dice entre risas.
Su casa, que lo cobija desde hace 60 años en el barrio del Periodista de La Paz, ha sido testigo de las innumerables palabras que ha escrito y sacado más de una risotada a los lectores que lo siguen.
Cuando lo visitamos, hacía ya una semana que había tenido un pequeño accidente en su casa; su nieta Gabriela cree que se le subió el azúcar mientras tomaba el té y perdió el conocimiento. Cayó sobre la mesa y resbaló hasta una estufa que estaba a su costado, el accidente fue con suerte, algunos puntos en la frente y Paulovich continúa contando historias en La noticia de perfil que se publica en EL DEBER desde hace 15 años.
Todos sus personajes son ficticios, solo su esposa es real, María del Pilar, pero hace cinco años que se fue a España, porque las raíces llamaron a la zaragozana. Aún así, con un océano de por medio, mantiene contacto con ella y con una de sus hijas que vive con ella allá, la menor, Angelines.
Pero ¿de dónde viene el seudónimo de Paulovich? Prudencio es católico, siempre fue devoto del apóstol San Pablo y cuando escribía la columna romántica Cartas a mí mismo en Presencia firmaba como Paulo.
Luego, Huáscar Cajías, director y uno de los fundadores de ese medio escrito, le sugirió que escribiera una columna humorística, es así que nace su seudónimo de Paulovich, que en lengua eslava significa hijo de Paulo.
“Convertí a Paulo en Paulovich, recordando también que entre los conjurados que mataron a Rasputín en Rusia hubo un Paulovich y luego ya inventé aquello que todos tenemos un Rasputín dentro del corazón al que hay que matarlo”.
Su primer encuentro
Paulovich nació el 27 de agosto de 1927 en La Paz. Sus padres fueron los cochabambinos Jorge Prudencio y Asunta Claure. Solo tuvo una hermana: Martha Prudencio de Soliz, que era menor con dos años.
Estudió en el colegio San Calixto y siempre fue un excelente alumno “Me da vergüenza decirlo, siempre fui el primero de mi curso, por lo cual la mayor parte de mis amigos, no digo que no me querían, pero me tenían cierta inquina. Me pusieron el apodo de chuso (malo para el fútbol)”, recuerda.
Su niñez fue bastante limitada económicamente, pues su padre los abandonó cuando eran pequeños y quedaron en poder de su madre, quien ejerció el oficio de maestra toda su vida.
Vivía en un caserón de dos patios donde se alojaban varias familias, por lo que se crió alrededor de muchos niños, cerca de 25. En ese sentido, Paulovich recuerda que su niñez fue muy alegre. Allí, en esa casa, estaba la librería La Paz que pertenecía a un valenciano.
Ahí es que nace su primer contacto con los libros, ya que trabajaba octubre, noviembre y diciembre y ganaba Bs 30 al mes.
“El español, que era muy noble, me pagaba también aguinaldo, lo cual me servía para inscribirme al colegio y pagar mis libros al comenzar el año. Eso hice desde mis nueve años y fue mi primer contacto con los libros, trabajar en una librería”.
En su juventud, Paulovich comenzó a trabajar en el Banco Popular del Perú, allí estuvo varios años hasta que falleció su madre. Entró como mensajero y llegó a ser jefe de personal de La Paz, además de ser cajero general en Cochabamba.
“Al finalizar esta época murió mi mamá, ya pude un poco disponer de mi vida con mayor libertad, vi que la carrera bancaria era muy cerrada, una especie de cárcel para mí, entonces conocí a mis amigos de Presencia, que algunos eran de la Acción Católica, entre ellos Huáscar Cajías, que era mayor, y a quien lo elegimos como director y fundador del periódico desde el comienzo”, relata.
Paulovich corta la entrevista para tomar el té; antes de ello prende un cigarrillo y recuerda que fuma desde los 18 años y aunque nadie en su familia lo hacía, su mamá lo dejaba.
Estando en Presencia, el periodista recibe una invitación de Jorge Siles Salinas para que fuera estudiar periodismo a España.
“Mi amigo Jorge Salinas me dijo que eran tiempos muy terribles para el país, había comenzado la Revolución del 52 del MNR y que quería que en vez de que me perdiera en esa lucha en esos tiempos, me fuera a estudiar periodismo a España”, rememora.
La España de Franco
Paulovich recuerda que llegó a estudiar en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, no había otra, porque en tiempos del militar y dictador Francisco Franco, no había otras entidades pertenecientes a las universidades que enseñen periodismo.
Estando en España, el estudiante de periodismo recibe una invitación de la Juventud Católica para ser uno de los profesores de los nuevos cursillos de cristiandad, que comenzaron a dar jóvenes de esta religión que vivían en la isla de Mallorca.
Paulovich ya había sido dirigente de los jóvenes católicos en La Paz, por lo que la invitación a dar los cursos fue muy importante para él.
“Resultó un éxito increíble por mi forma de hablar, como les hablaba a los jóvenes españoles de mi edad y fui convirtiendo españoles a raíz de lo que ellos hicieron con nosotros, con los indios (risas)”.
Fue a Zaragoza, al País Vasco y recuerda haber dado unos 30 cursillos. “He debido catequizar a unos 2.000 jóvenes españoles (risas)”.
Él vivió en el Colegio Mayor de Nuestra Señora de Guadalupe, que era para hispanoamericanos, además que convivía con un círculo de católicos muy cercanos a Franco.
Fue allí, en España, específicamente en Zaragoza, en la fiesta de la Virgen del Pilar; que conoce a su esposa Pilar, no fue un enamoramiento largo y clásico, como el que acostumbran los bolivianos o españoles, dice, pero fue el tiempo necesario para darse cuenta que ella era la elegida. El noviazgo fue a distancia, él en Madrid y ella en Zaragoza, pero viéndose con relativa frecuencia.
Su madrina de bodas fue Marcela Calvo y Carlos Lacalle, que fue hijo de un presidente uruguayo y padre de otro mandatario de ese país.
“Nos vinimos en un barco argentino, ahí pasamos nuestra luna de miel, llegamos a Buenos Aires después de unos 20 días de navegación y de allí tomamos un avión para Cochabamba, donde vivía mi hermana que ya se había casado y tenía allí su casa”.
Entre las letras y la política
En Cochabamba estuvo viviendo por algún tiempo, porque si bien el semanario Presencia seguía saliendo, no era una empresa que podía pagar a sus empleados y él tenía que mantener su hogar.
A finales de los 50, convierten a Presencia en un diario, pero luego de muchos años de trabajo allí, Paulovich decide dar un paso al costado porque empezaron a surgir divergencias entre algunos de sus amigos que tenían ideas izquierdistas y él se consideraba más bien conservador.
Pero antes de su salida, cuando escribía la columna de humor, recuerda que el lector la tomó con cariño.”Fue como un sueño, muy exitosa, casi puedo decirle que era una de las principales secciones del periódico; aparte de columnista era además jefe de informaciones”, señala.
Un buen día, los dirigentes del Partido Social Cristiano le propusieron ser el primero de la lista para diputados, porque ya era bastante conocido.
Al trabajar en un medio de comunicación, Paulovich preguntó al director si podía hacerlo, a lo que Cajías lo autorizó, pero que tendría que dejar el periódico mientras tanto.
Y fue así, aceptó la invitación y recuerda que hizo la primera campaña de humor que se transmitía por la radio Méndez en La Paz, causando sensación en el pueblo al que se dirigía con broma cargada de sabiduría política.
“Entre los eslogans que tenía, había este que me llevó al éxito: “Movimientista, tú que puedes votar dos y tres veces, vota una vez por tu partido y otra por mí”; de esa manera denunciaba lo que hacían ellos, le gustó a la gente y votaron por mí, salí diputado”, recuerda con humor.
No fue fácil, solo cinco diputados eran de la oposición, los demás eran movimientistas.
Entre sus anécdotas recuerda cómo cierta vez pidió la palabra para leer un discurso. Mientras lo leía, la gente de la barra lo abucheaba, le lanzaba piedras, cáscaras y todo lo que tenían al alcance. Era una barra aleccionada, entonces, al finalizar su lectura, decidió encararlos.
“Ustedes por qué me censuran, me silban, me agreden de esta manera, si lo que acabo de leer es el discurso pronunciado por el Dr. Paz Estenssoro en su primera diputación, cuando se proponía una medida similar a la que ahora él está adoptando”. Cayeron en su propia trampa y tuve que salir por la puerta trasera de la Cámara porque me podían hacer algo, rememora con bastante humor.
Estuvo poco tiempo en la diputación porque esta le impedía ejercer su vocación, su profesión periodística, así que volvió a hacer sus travesuras y al periódico.
Mucho tiempo después, volvió nuevamente a la arena política, cuando en cierta ocasión, el presidente Hugo Banzer Suárez lo invitó a ser parte de su lista de concejales por La Paz acompañando al adenista Ronald Maclean.
Paulovich le dijo que no era de ADN, pero inmediatamente el general sacó una insignia de su solapa y le dijo: Pero te hago (risas), y me la puso. Tenía mucho aprecio por mí, de esa manera resulté concejal”.
Cuando Maclean quiso candidatear para la reelección, los concejales votaron para que Paulovich asuma como alcalde interino, cargo que desempeñó por cuatro meses.
Al finalizar la gestión, y luego de haberle entregado el mando al nuevo alcalde, ese día, como siempre, se fue al Club La Paz para tomar su café habitual; fue recibido con aplausos por la gente y donde les dijo: “He vuelto aquí con la frente en alto, porque no he robado nada, no porque sea tan honrado, sino porque fue muy poco tiempo para hacerlo (risas)”.
Paulovich ahora
El periodista hoy vive con su hija Pilar, sus nietos Gabriela y Guillermo Guzmán y la esposa de este, Cecilia Guzmán de Rojas.
Al ingresar a su casa lo primero que el visitante ve es un ejemplar antiguo del Quijote, además de los dos bastones que cuelgan al lado de la puerta.
La casa no es grande, pero es acogedora, muchas fotos antiguas adornan los rincones de la sala. Dice que ya no viven tantos periodistas como en aquel entonces, cuando el presidente Alfredo Ovando entregó las viviendas al sindicato de la prensa paceña.
“Todos éramos periodistas, pero ya se han ido yendo, somos pocos los que quedan en este barrio. Al frente vive Jaime Humérez pero que ya no ejerce desde hace años, aunque Mario Rios igual aun escribe y es cinco años menor que yo”, cuenta.
Algo que llama la atención son sus cejas pobladas, dice que todos los Prudencio son así. Paulovich es bastante metódico, muy disciplinado, sabe qué días tiene que escribir y a qué hora debe hacerlo.
“Desde las 9:00 comienzan a sonar las teclas de su máquina de escribir”, cuenta Cecilia, quien conoció a Paulovich con su vaso de whisky Johnny Walker etiqueta negra por las noches, hoy ya no toma, y escucha las noticias en radio Panamericana o alguna vez, disfruta de un buen tango o música clásica, que es lo que a él siempre le agradó.
Cuando la fuerza lo acompaña, sale con algunos amigos de su edad al restaurante Reinecke Fuchs, pero ya dejó de asistir a los bares que antes frecuentaba, como el Giorggísimo.
Él se siente cansado, pero no deja de escribir, por eso su nieta Gabriela lo ayuda en la corrección y transcripción de su columna a la computadora y a despachar a los diversos medios escritos para los que escribe.
A pesar de los años que lleva encima, Paulovich no pierde su chispa de humor ni en lo oral ni en lo escrito; seguramente por eso es que aun sus columnas siguen siendo tan leídas por los ávidos lectores que lo siguen semanalmente.
Cuando se le pregunta cómo quiere ser recordado, el periodista lanza una sonrisa y finaliza la entrevista diciendo: “Usted ha debido leer los avisos necrológicos que siempre dicen: Ha dejado de existir el que fue buen padre, buen marido y abnegado abuelito.
Yo les he pedido a mi familia que por favor no pongan eso, porque yo quiero que lo escriban así: Ha dejado de existir el que fue buen padre, mal marido y regular amante… fulano de tal”(risas).
Fuente: El Deber