12/29/2011 por Marcelo Paz Soldan
La poesía en el sentimiento de Javier Claure

La poesía en el sentimiento de Javier Claure


La poesía en el sentimiento de Javier Claure
Por: Marlene Durán Zuleta

Quien escribe poesía ha de tener no solo la palabra, la estrella, la memoria, también el corazón encendido que latirá con emoción y retratará en cada escrito, su alegría y nostalgia.
Javier Claure Covarrubias, afincado en Suecia desde hacen más de tres lustros, realizó estudios de Matemáticas e Informática, en la Universidad de Estocolmo y de Uppsala. También obtuvo una Maestría (Pedagogía) en la Universidad de Estocolmo. La distancia lo envolvió en sueños, el amor, viajes cortos y largos para conocer y valorar esa parte del país nórdico, África, Europa y Latinoamérica.
Es poeta, su itinerario no solo son los números, la máquina, los trenes o aviones. Prolonga su tiempo y rompe la monotonía de los inviernos para acumular en la geografía del mundo una paz limitada por los ruidos y un recuento de vigilias, amplía su horizonte e identifica la mística de la lectura como signo de esperanza.
Es miembro de la Sociedad de Escritores Suecos, ejerce el periodismo cultural. Fue uno de los organizadores del Primer Encuentro de Poetas y Narradores Bolivianos en Estocolmo 1991, donde la invitación fue para Alberto Guerra, Homero Carvalho y otros vates, el viaje se extendió hasta Italia siendo la anfitriona Elda Cárdenas.
Fue parte del cuerpo de redacción de las revistas “Contraluz” y “Noche Literaria”. Algunos de sus poemas, han sido seleccionados en antologías de Suecia.
Luis Andrade poeta boliviano, en el prólogo del libro Extraño Oficio, de Javier Claure Covarrubias hace una síntesis de la obra, valora la sensibilidad, resalta que en ese extraño oficio de escribir, tan intimista, hay escritos de poesía amatoria.
El poema titulado “12 del día”, es la rememoración cuando su madre fallece, víctima de un accidente, (las aceras están eternamente llenas, no de personas, sino de cajas, es cuando el transeúnte se vuelve huérfano de protección e inevitablemente debe caminar sin la vereda), entonces Javier Claure se hunde en su pena y musita:
…era mi madre la que puso
su verdadera historia de amor
era ella la que tejió
con pulso de primaveras, de lluvias y vientos
que adornaban mi infancia y juventud.
Mi madre murió
bajo la quietud de un gris otoño
entre murmullos y melancolías
que cruzaban un día anochecidos;
¿saben ustedes señores
por qué el tráfico parpadea
con siniestras pestañas?
Permanece en la memoria, su ser amado, indeleble en el tiempo, cuando sus latidos fueron súbitamente silenciados y reza:
Mi madre cerró los párpados
en un abrir y cerrar de ojos
para reconciliarse en el eterno sueño,
desde entonces
la casa está vacía…
y un inmenso árbol
creció en el camposanto.
Para Javier Claure, este “extraño oficio” pero necesario motivo de transmitir a través de los escritos y sus sentires, remarca sobre la poesía:
La poesía no es una flor desencajada en el espacio
La poesía es un tablero que pone en jaque a los corazones.
La distancia no ha sido impedimento para que el vate orureño, siga escribiendo poesía, que continúe cultivando ensayo con el periodismo cultural. Es destacable que en algún instante su nostalgia se convierta en alegría y esperanza.
Fuente: La Patria