10/08/2019 por Marcelo Paz Soldan

La desobediencia: antología del ensayo feminista

La desobediencia: antología del ensayo feminista
Por: Virginia Ayllón
De un rápido recorrido sobre el ensayo en Bolivia, creo estar segura que La desobediencia es la primera antología del ensayo feminista en Bolivia; en realidad, como bien lo ha estudiado la crítica literaria canadiense Mary Louise Pratt, el canon literario nos ha eliminado del ensayo escrito en estas tierras. De ese modo, andan dispersas las ensayistas en textos históricos, antropológicos, sociológicos, de crítica literaria y otros. Dispersas y ocultas Adela Zamudio, Hercilia Fernández, Elsa Paredes, Silvia Rivera, Blanca Wiethüchter, Teresa Gisbert y muchas más.
Pero escribimos ensayo, esta antología lo demuestra.
Si escribimos desde el razonamiento (que en realidad es el racionamiento), nos salen textos analíticos, críticos.
Si desde nuestros adentros, emitimos hermosos versos.
Si desde nuestros delirios, puede que nos salgan novelas, cuentos fantásticos o de ciencia ficción.
Si desde la rabia pura, nos salen interpelaciones políticas (en el sentido social de la palabra).
Porque generalmente escribimos con rabia y por eso nuestros textos son políticos, aunque parezcan “amorosos”.
Y, además, siempre rescatamos, nos pasamos la vida rescatando a las olvidadas, a las enviadas “al olvidadero” (Blanca Wiethüchter dixit).
Si juntamos rabia con rescate reescribimos la historia.
Escribimos también recetas, papelitos sueltos y posteamos.
Y a veces nos responden.
Por ejemplo, sobre este libro, un señor Canelas1 diría: “En sus páginas no hay un solo momento de entusiasmo fácil. Solo se advierte un hálito doloroso, que arrastra y empapa”.
Otro señor Peñaranda nos diría: “su escrito es un accidente de su hermosa labor literaria”.
Otro señor, tratando de “jalarnos” al centro literario diría, con la gravedad y el tono correspondiente: “este es un libro inteligente, que escapa a ese mal concepto de ‘literatura de mujeres escrita para mujeres’ porque esta es una obra literaria con todas las de la ley”. ¡Y nosotras queremos salir de la ley!
Podríamos entonces contestarles, a coro, como lo hizo la Adela: “lo nuestro es un cuentecito para mujeres, inspirado en confidencias de almas femeninas, tímidas y delicadas”.
Y nada nos importaría la cara de pregunta que pondrían quienes no entienden de fina ironía.
No nos sorprende pues que nos hayan sacado también del ensayo, ¡bastaba más!
El ensayo, ese hermoso género que se define por la amabilidad —no digo servilidad, digo amabilidad—, desde quien escribe y quien lee, es un lindo espacio porque nos promete una audiencia compuesta por mujeres con las que compartimos un mismo código aprendido en esta vida. Por eso, seguramente las lectoras comprenderán las metáforas y alegorías que constantemente evocamos.
Una lectora que sabe que cuando decimos “rabia” por una metida de mano o una violación, no estamos ante la metáfora de la “flor caída”; que cuando decimos “disciplina militar” más que alegorizar, ponemos en detalle el orden que se nos impone, porque nos quieren como una “casa ordenada”2. Que cuando decimos que querían “sacarnos a la fuerza”3, decimos que nos quieren sumisas.
En fin, que cuando decimos que “un caso bien difícil somos”4, percibimos que es la lectora quien nos leerá, porque si algo compartimos entre escritora y lectora es nuestra “errancia y vagabundeo en un jardín de palabras” 5 que parece que se ha olvidado de nombrarnos.
Sin vergüenza, pues, declaramos que escribimos desde, con y para las mujeres (aunque nunca dijimos que exclusivamente para ellas). ¡Y qué!
Notas:
[1] Los escritores Demetrio Canelas y Claudio Peñaranda opinaron así de la novela Íntimas, publicada en 1913 por Adela Zamudio.
[2] Verso de la poeta Claudia Peña, que incluyo en mi ensayo en La desobediencia.
[3] Alusión de la escritora Alison Spedding, precisamente en su ensayo en La desobediencia.
[4] Verso de la poeta Marcia Mogro, que incluyo en mi ensayo en La desobediencia.
[5] Verso de la poeta Blanca Wietüchter, que incluyo en mi ensayo en La desobediencia
Fuente: Letra Siete