05/24/2012 por Marcelo Paz Soldan
El poeta que se pegó un tiro por amor

El poeta que se pegó un tiro por amor


El poeta que se pegó un tiro por amor
Por: Javier Badani

Asegurar que el potosino Gustavo Medinaceli hubiese sido hoy uno de los poetas más reconocidos de Latinoamérica, no es ninguna exageración. Tampoco lo es decir que resulta una epopeya intentar encontrar en internet una biografía o una foto del vate. Pieza clave del resurgimiento del movimiento literario Gesta Bárbara e impulsor del surrealismo en las letras bolivianas, su figura vive eclipsada, paradójicamente, por su célebre apellido. Su historia se pierde bajo el peso del recuerdo de Carlos Medinaceli (Sucre-1902/La Paz-1949), el célebre autor de La Chaskañawi. A ambos no los unía la sangre, sí la desmedida pasión por la escritura y la polémica. Así, mientras Carlos Medinaceli, ya en el último periodo de su vida, hundía su destino en alcohol, Gustavo desafiaba a la sociedad paceña con sus rebeldes actitudes. Rebeldía que, al final le llevó a terminar con su propia vida en 1956. Tenía 34 años.
Gustavo Medinaceli (Potosí-1923) se empapó del surrealismo durante su temprana estadía en Francia y la introdujo a los jóvenes escritores bolivianos a su retorno. Impetuoso hasta el extremo, sus pasiones son aún hoy recordadas por los escritores que acompañaron a Medinaceli en la travesía de la segunda generación de Gesta Bárbara.
“De todo el grupo, Gustavo lideró un cambio revolucionario en la literatura boliviana con obras como La niña del sístole inconforme. Las metáforas utilizadas por ´el poeta loco´ ya nada tenían que ver con las expresiones pegajosas utilizadas hasta aquel entonces”, recuerda Armando Soriano Badani.
Estos intentos por emular la avasallante literatura de cambio liderada por Proust, Laurence y Joyce alarmaron a los intelectuales nacionales, que fomentaban a los considerados clásicos de las letras. De herejía, por ejemplo, calificó un profesor cuyo apellido era Díez de Medina a un verso de los bárbaros que exclamaba: “Dadme de beber en el vaso negro de tu sexo”.
Poco se conoce sobre sus amores de Gustavo Medinaceli. Sin embargo, Jacobo Libermann rememora una anécdota que pinta las pasiones de Medinaceli de cuerpo entero. “En una ocasión se pegó un tiro en la mano para que su madre lo internara en una clínica que estaba al lado de la casa de su enamorada. Así, con su cabestrillo, salía todas las mañanas a verla”. Asimismo, se sabe que el treintañero poeta potosino se enamoró de una colegiala a la cual esperaba cotidianamente a la salida de su escuela.
Muy en el fondo, Medinaceli sabía que ese amor era imposible. Y por ello aferró sus anhelos a un mundo donde todo puede ser posible: la poesía.
Cuando hayas de venir,/sé niña todavía / como un botón de rosas / puestas sobre el preludio / de tus senos futuros. / Sé niña todavía, / ten las alas ocultas / para impedir el peso del minuto / Yo soy como un membrillo / que espera ávidamente / el blanco cuchillo / de tus dientes. / Mas si el dolor me engaña / retornaré a mi corazón / mintiéndole que no era cierto.
Potosí fue testigo del nacimiento de Gesta Bárbara. Corría el año 1918 y un grupo de jóvenes —liderados por Carlos Medinaceli, autor de La Chaskañawi, y el peruano Arturo Peralta (cuyo seudónimo fue Gamaliel Churata)— se juntó para agitar las letras bolivianas bañadas por el romanticismo francés. Su premisa, entonces, era el introducir las nuevas corrientes modernistas.
Con intermitencias, este grupo publicó hasta 1926 una revista donde se fomentaba la crítica literaria y los versos iconoclastas. Sin embargo, aquellas inquietudes se fueron opacando por el alejamiento paulatino de la mayoría de sus miembros.
Tuvieron que pasar dos décadas y el fragor de la Guerra del Chaco hasta que un grupo de jovenzuelos de versos quinceañeros, la mayoría culminando el colegio, revivió en La Paz a Gesta Bárbara. Y fue el viernes 7 de diciembre de 1944 en la biblioteca Andrés de Santa Cruz donde Beatriz Schulze, Valentín Abecia, José Federico Delós, Federico G. Varela, Santiago Schulze, Óscar González Alfaro, Héctor Burgoa, Fausto Aoiz, Alfredo Loaiza y Gustavo Medinaceli firmaron el acta de fundación del movimiento.
En esos años eran contadas las actividades culturales en La Paz. Y la mayor parte se concentraban en recitales, declamaciones y algunos conciertos con cierta influencia argentina. “Era un ritmo artístico aburrido. Por eso, nos propusimos hacer temblar aquel medio pacato”, decía Valentín Abecia.
Pero no todos recibieron con buen agrado aquel nuevo emprendimiento juvenil. Uno de ellos fue Carlos Medinaceli, quien respondió de manera furibunda a una invitación para escribir un artículo en la repuesta revista literaria. ´Jovenzuelos plumíferos, ¡yo soy Gesta Bárbara! Cómo me piden escribir en una publicación que engendré hace años´. Pero tres años después el destacado literato les felicitó. ´Vuestra acción nació de la voluntad creadora de un pueblo. Que siempre diga América india: ¡Presente, la juventud de los Bárbaros!´.
Con todo, y a pesar de haber traspasado los límites de La Paz —Gesta Bárbara de 1918 se centró a Potosí y la de 1944 se replicó en Cochabamba y en Tupiza—, el movimiento literario paceño comenzó en los años 60 a dispersarse poco a poco después de la súbita muerte de Gustavo Medinaceli, el alma de los bárbaros. Su partida, en el año 1957, cuando tenía únicamente 34 años, caló hondo en los que fueron sus compañeros de aventuras.
Fuente: Sueños para atar