08/11/2016 por Marcelo Paz Soldan
Dos visiones de Las visiones

Dos visiones de Las visiones

Santa Cruz


Dos visiones de Las visiones

(Textos leídos por Saúl Montaño y Adhemar Manjón en la presentación del libro “Las visiones” de Edmundo Paz Soldán en Santa Cruz, 2016)
El juez de Nova Isa
Por: Saúl Montaño

“La ciudad iba cambiando a su paso, como si solo discurrir por ella fuera capaz de provocar la magia. Visiones tenebrosas de calles con casas que albergaban criminales; quienes discurrían por su lado tenían la piel transparente y él veía su corazón vil. Un mendigo que le pedía limosna se transformaba en el guía que le abría las puertas rumbo a bosques de helechos gigantescos y árboles de ramas secas y prehistóricas por las que se deslizaban gusanos venenosos, y él se estremecía al ver pájaros enormes de alas acarbonadas listos para devorarlo. La plaza se convertía en un descampado donde lo esperaban irisinos y kreols para el juicio final”.
Considero que este párrafo emerge como un portal ejemplar al libro que esta noche nos reúne; el fragmento pertenece al primer cuento: Las visiones. En dicho relato se da cuenta de un juez que administra justicia durante un periodo crepuscular de Iris, -donde no existen certezas que valgan, como menciona el narrador-; es un lugar donde la zozobra se cierne incluso sobre los llamados a establecer el orden de una sociedad compleja. El juez es un hombre solitario que llegó a Iris con los ideales de justicia reconocibles en un novato hombre de leyes, pero que con el paso del tiempo, y por las circunstancias, fue absorbido por el sistema convirtiéndose en un ser funcional y corrompido, también desencantado, que carga con una conciencia culposa que le perturba hasta provocarle visiones de hombres y mujeres que se le presentan reclamando amenazantes el haber sido juzgados con iniquidad.
La mano implacable del juez le valió el respeto y el temor de la población, él sabe esto mientras camina por las calles reconociendo miradas torvas dirigidas hacia él que no solo fue impío con los culpables sino también con los inocentes.
“Se sabía odiado pero confiaba en que algún día la historia reconocería la labor. La criminalidad había descendido desde que comenzara a administrar justicia. Había terror en llegar al juzgado…”, señala el narrador. En este contexto, ¿es el juez la encarnación de la institución del régimen puesto que además comparten síntomas de desgaste?: ambos agotados, corruptos, perversos, ahora frágiles y alucinados, al borde del colapso, acaso en el umbral de profundos cambios; algunos esperan la ansiada renovación de la mano de un Advenimiento apuntalado por férreas convicciones religiosas y supersticiosas en una realidad neo-medieval en donde la tecnología ha avanzado considerablemente pero que no ha traído el bienestar esperado.
Este primer texto proyecta consigo una premonición hacia el resto de sus pares, marca el pulso consonante a través de una disposición estética, moral, -una arbitrariedad cósmica, como diría el narrador- sobre todo el libro, el cual cierra de manera audaz con el último cuento que refiere al protagonista quien también padece visiones pero que en este caso es un rebelde de Orlewen, podría decirse la fuerza del desorden, su revés del magistrado: entonces figuran las dos caras perturbadas de una misma moneda con un destino trágico.
Con la lectura de Las visiones somos forasteros que recorremos distintas grietas de esta civilización; nuestro punto de vista periférico es apuntalado por los términos utilizados para nombrar determinadas particularidades nativas: qué ocurre por ejemplo, si estamos de visita en Nova Isa, caminamos por sus calles, de pronto, tres shanz armados de sus riflarpones detienen a un irisino, lo suben a sus jipus, se marchan…
En segundos nuestra visita alcanza cuotas de tensión, la realidad se torna misteriosa y cautivante, extraña y cercana; es esta la experiencia con la lectura de Las visiones: se reconocen formas y expresiones degradadas o acentuadas de nuestra sociedad, se juega con la ambigüedad de un entorno ficticio, reconocible, acechante. Sobrevuela la pregunta: ¿su crisis sintomática en qué proporción es la crisis de nuestra civilización?
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Un policía motorizado en Iris
Por: Adhemar Manjón

Hay en Las visiones, de Edmundo Paz Soldán, dos cuentos que tienen su origen en canciones de la banda indie argentina El mató a un policía motorizado. Uno es Los pájaros arcoíris, que, como se explica en la nota al final del libro, surge a raíz del desafío a escribir una historia a partir del tema Yoni B, incluido en el disco La dinastía Scorpio de 2012; el otro cuento es El próximo movimiento, en este, la referencia es más explícita, ya que la canción de la que surge se titula Mi próximo movimiento, que se encuentra en el EP Día de los muertos de 2008. Con unas cuantas líneas de esas composiciones Edmundo demuestra su oficio de narrador, al crear dos relatos muy bien resueltos.
Además de esas canciones, en el cuento Dragón hay referencias a los temas El día del huracán (“Viajábamos por el cielo entintado esperando el apocalipsis”) y Día de los muertos, ambos también de Día de los muertos; y aparece por ahí algo de la canción Vienen bajando, del EP Un millón de euros, de 2006. También se menciona una parte de esta canción en el cuento El ángel de Nova Isa.
Por supuesto que las canciones citadas en este libro encajan perfectamente con lo que le sucede a los habitantes de Iris. Las historias de Las visiones están cargadas de personajes con delirios místicos y paranoia, causadas en muchos casos por el uso de drogas (“Radiante estrella que algún día acabarás con nos, mirá tu pueblo Xlött, me arden las manos”, dice un excombatiente en medio de su tratamiento de rehabilitación en Dragón).
Además, la banda argentina juega también mucho con las alusiones a la ciencia ficción, tanto en la literatura como en las películas, especialmente las del cine clase B, es decir, mejor banda sonora para este libro no puede haber.
Particularmente, me interesó El próximo movimiento, más que todo porque “adapta” -podríamos decir- mi canción favorita de El mató… Aquí, Edmundo construye la historia de un soldado que decide que no puede seguir con su agobiante vida normal en Iris, en la que constantemente tiene enfrentamientos con los rebeldes irisinos, y toma cartas en el asunto. Jerom, nombre de este soldado, que antes acabó con la vida de otras personas desde su puesto de francotirador, encuentra adecuado resolver su angustia existencial al estilo de esa triste leyenda estadounidense llamada Charles Whitman.
Y ahora estoy arriba de mi casa con un rifle, dice el coro mántrico de la canción de El mató… y en el cuento de Edmundo, Jerom se sube al techo de una casona, a la luz de la luna gigante y con un riflarpón en las manos, para empezar a liberarse de esa angustia a través de los disparos, mientras se dice a sí mismo “llega la muerte desde el cielo”, que es el coro de una canción que cantaban él y sus compañeros para darse ánimos en los enfrentamientos, y yo pienso que acá Edmundo alude a esos mantras de El mató… y luego, mientras Jerom está ahí arriba, pensando en ese próximo movimiento – aunque sabe que no habrá escapatoria y que lo mejor es seguir su labor justiciera- Edmundo pasa a narrarnos qué fue lo que lo llevó a esto, y el lector de pronto se encuentra ante una víctima más de los conflictos bélicos.
Después dejamos a Jerom en el techo y vemos el trabajo de sus compañeros shanz que ahora están tras de él, conocemos a sus víctimas y a una operadora de drones que, contra su voluntad, pero tampoco sin otra opción, es la encargada de poner fin a situaciones de este tipo.
El cuento muestra eso, personajes que están atrapados en ese mundo infernal pero que lo asumen como lo único que tienen, aunque a veces hay maneras de salir de allí.
Edmundo me comentó que al momento de escribir este cuento le rondaba mucho en la cabeza el coro de la canción I’drather be high, de David Bowie, que habla de otro oficial del ejército de igual manera agotado de todo, aunque, a diferencia del pobre Jerom, este dice que preferiría estar drogado o muerto que disparándole a la gente que lo rodea. Aunque por ahí es cuestión de tiempo y cambia de idea.
Fuente: Letra Siete