04/23/2012 por Marcelo Paz Soldan
Cronistas crónicos

Cronistas crónicos


Cronistas crónicos
Por Fadrique Iglesias Mendizábal

La mayoría de las veces, los medios de prensa escritos nos han acostumbrado a recibir un mensaje más o menos directo del hecho noticioso. Su misión es hacerlo de la forma más objetiva posible, y tratando de actuar como ojos neutrales por donde podamos captar el mensaje limpiamente, para que así saquemos nosotros, su audiencia, conclusiones propias. No obstante, mucha gente gusta también recibir interpretaciones subjetivas complementarias, y por eso acudimos a otro tipo de tribunas, que aunque quizás no sean parte del hecho noticioso, ayudan a la sumersión en esa atmósfera que los planos largos no captan. Y en estos momentos en los que podemos nosotros mismos consultar agencias de noticias (casi siempre más atentas a los centros económicos) y saber lo que ha pasado en tiempo real, es cuando vuelve a ser una tendencia en aumento la afición por la lectura de detalles e impresiones reflejados en un tipo de crónica más abierta y libre de ataduras formales.
Los cronistas deportivos (también los de guerra) han sido quizás algunos de los abanderados del asunto de manera natural, tanto en radio como en prensa escrita. Tienen la difícil tarea de transportarnos imaginariamente al campo de fútbol, a la carretera o a las piscinas, para que reproduzcamos en nuestra mente la plasticidad del delantero o el gancho propinado por el pugilista. El torrente de internet da justamente cierta libertad de criterios estilísticos y de espacio que antes los editores limitaban. Periodistas deportivos tradicionales como José Sámano, Carlos Arribas y Ezequiel Fernández o aportaciones de bloggers como las del anónimo Sergio-Ciclismo2005 van ganando fieles precisamente por su estilo y especialización. Pero quienes más han profundizado en el camino de la originalidad narrativa son los editores de la revista española deportiva Panenka, siendo su premisa mostrar “fútbol que se lee”.
En los últimos meses algunas de las grandes editoriales en castellano como Alfaguara y Anagrama han decidido prestar atención decidida a la crónica o al periodismo narrativo en sus catálogos –allí se pueden degustar relatos de escritores bolivianos como Edmundo Paz Soldán y Roberto Navia Gabriel-, un género que tiene varios siglos pero que se ha comercializado en EEUU desde hace décadas con revistas como New Yorker y más recientemente en nuestra lengua por propuestas independientes como Etiqueta Negra, Gatopardo, FronteraD u Orsai, lo que muestra una ebullición de las publicaciones que narran situaciones puntuales, reales, muy bien descritas, haciendo caso a los detalles, formas y texturas.
En Bolivia, uno de los más finos cronistas, el vasco Alex Ayala, lleva años trabajando en ello. Desde la fundación de su extinta revista Pie Izquierdo hasta la publicación esta semana de su libro “Los Mercaderes del Che” en la vanguardista editorial cruceña El Cuervo, añadiendo la novedosa autogestión de micromezenazgo en su proceso de producción. Ayala ha dado voz, luces y lápiz a historias laterales, de la vida cotidiana, “a ras del suelo” como él mismo define, pero que narran en paralelo un ambiente macro más complejo, leído entre líneas. Él mismo ya participó en la antología boliviana preparada hace unos meses por aquella editorial en coproducción con la cochabambina Nuevo Milenio llamada Bolivia a toda costa, publicada también en Argentina, y germinada tras un intercambio de ideas acerca de la esencia de este subgénero literario, tras la publicación en Bolivia de la antología previa Conductas Erráticas por Aguilar.
En épocas de “infoxicación”, como ha llamado alguno al asunto de la saturación informativa, narrar desde la experiencia, con un lenguaje a veces poético y sobre temas reales menos manoseados pero extrapolables, puede llegar a ser una ventana que ayude a proyectar las circunstancias más extravagantes que solemos vivir en países como el nuestro y que a veces dejamos pasar desapercibidas.
Fuente: Ecdótica, publicado también en los Tiempos.