05/03/2012 por Marcelo Paz Soldan
Canto a los anónimos de siempre

Canto a los anónimos de siempre


Canto a los anónimos de siempre
Por: Mijail Miranda Zapata

Ayala es un trovador. Luego de escuchar, observar y sentir, el español, nacionalizado boliviano, se entrega a las historias que escudriña, y con ello nos las entrega con el carisma de un cuentacuentos y la precisión fotográfica del periodismo. Cada una de sus oraciones nos transporta al instante preciso en el que la cotidianidad se trastorna, haciéndose prometeica. No obstante, su labor es mínima. Se restringe a la reproducción cabal de las sensaciones y las emociones de pequeños momentos de magia. Narra sin prejuicios, sin velos oscurantistas ni anteojos maniqueos. No se excede con el lenguaje, es puntual, certero, como la existencia de sus personajes, nanométricamente explosivo. Sin mártires ni traidores. Ayala no redime ni castiga, dibuja, colorea, muestra. No tienta la erudición, tanto menos la trascendencia. Es diáfano en su lenguaje. Tiene una prosa pulcra y concreta, que no representa algidez, todo lo contrario, ofrece un acercamiento correctamente contextualizado al territorio explorado. Es sutil en el desarrollo de las historias, meticuloso en la composición de la crónica y en el desglose de los detalles. Evita los lugares comunes, ofrece nuevas perspectivas de figuras, hechos y épocas que aparentan estar condenadas al letargo de la repetición.
Los mercaderes del Che y otras crónicas a ras del suelo está compuesto por catorce textos tan diversos en su contenido como en su calidad. Y no es que haya entre estas crónicas algunas malas, más bien hay entre ellas relatos de mayor intensidad que, sin desmerecer los restantes, opacan el resto. No es algo que pueda reclamarse. Apenas un detalle insignificante. “Sillerico, el hombre que viste a Evo Morales”, la historia de un poeta devenido a sastre; “Los custodios de Lennon”, unos ancianos custodiando un ícono de la capital cubana; “Pablo, presidente”, con la mítica figura del desaparecido narco colombiano; y “El contador de relámpagos”, son exquisitas muestras del talento de Ayala. Son crónicas cargadas de metáforas, observaciones inteligentes, propuestas francas a la reflexión. El periodismo trascendiendo los límites de la información, sin pretensiones arteras, sin motivaciones mercantiles. El periodismo en pos de un ideal universal. El de la sencillez, el respeto, la fraternidad y el amor a la vida. El periodismo volviendo a sus orígenes, a esa canción que narra, informa, propone, discute, y festeja. Finalmente, un acercamiento nostálgico a uno de los personajes más controvertidos y (des)conocidos de la literatura nacional, Victor Hugo Viscarra, dejará al lector satisfecho y agotado, tras un viaje de conocimiento, emociones y, sobre todo, seres anónimos y monumentales. Esos que hacen que el mundo aún gire.
Álex Ayala, el trovador, y catorce de sus más hermosas canciones, podría resumirse.
Fuente: La Ramona