10/06/2010 por Marcelo Paz Soldan
Rodrigo Hasbún, seleccionado por la Revista Granta

Rodrigo Hasbún, seleccionado por la Revista Granta


Rodrigo Hasbún, seleccionado por la Revista Granta
Por: Edmundo Paz Soldán

Conozco a Rodrigo Hasbun desde hace más de diez años. Él y un grupo de amigos se reunían los domingos por la noche a leer y discutir sus textos. Cuando yo estaba de vacaciones en Cochabamba, me invitaban a la reunión. Había cuentos, había poemas. Textos de iniciación, cuando las vocaciones no se han afirmado del todo y hay, más que nada, una curiosidad enorme por la escritura. Me hacían pensar en mi propio grupo de los miércoles, cuando yo empezaba.
Rodrigo y yo nos volvimos amigos y no tardé en darme cuenta que su vocación literaria iba en serio. Era reservado, yo me enteraba de lo que pensaba y sentía sobre todo a través de los autores que admiraba (Coetzee, Piglia y Onetti, pienso en este momento). Leí un manuscrito de cuentos breves que me encantó pero que él sintió que no estaba listo para ser publicado y hasta ahora guarda con celo. Sus textos eran solipsistas, lo cual no era necesariamente un problema pero podía serlo. Los escritores solían ser sus personajes principales, la vocación literaria y sus desafíos el gran tema.
Cinco años atrás, coincidimos en España: Rodrigo en Barcelona, yo en Sevilla. Me dijo que estaba totalmente dedicado a la escritura y me envió algunos cuentos. Ahí sí, hubo dos –uno de ellos, “Carretera”– en los que sentí que Rodrigo ya escribía a otro nivel y dejaba de ser promesa para convertirse en realidad. Había ecos de Onetti y Piglia, una intensidad sólo suya.
Luego leí el manuscrito de su primera y única novela, El lugar del cuerpo. Me pareció que, con algunos ajustes necesarios, podía ser enorme. Conociendo su rigor y su autoexigencia, no dudaba de que lo lograría. El libro fue publicado el año pasado y volví a leerlo hace una semana. Esta novela corta es un despiadado análisis de un personaje, Elena, una mujer dañada desde los siete u ocho años, y que no encuentra consuelo a ese daño. Un texto lacerante, que sugiere, a contrapelo de muchas teorías psicoanalíticas y manuales de autoayuda en boga, que a veces no hay forma de superar los traumas de la infancia, y que hace pensar que vivir es más bien sobrevivir: “Era necesario que los que eran como ella estuvieran solos. Ellos, monstruos o dioses, debían romperse a solas. Nosotros, escribió en su diario, monstruos o dioses, debemos rompernos a solas, llorar sólo cuando no hay nadie más. Sobre todo después de la infancia. Ahí es bueno que haya gente aún”. Pocas veces la literatura boliviana ha indagado tanto, y tan sin miedo, en la intimidad, en el dolor, en lo más profundo del ser.
El pasado viernes Rodrigo fue seleccionado por la revista Granta entre los mejores escritores jóvenes en lengua española. Me alegré mucho y también supe que la lista pasaría pero quedaría El lugar del cuerpo, Carretera y otros cuentos magníficos de él que habría que leer, sino se lo ha hecho aún.
Fuente: Ecdótica