01/11/2008 por Marcelo Paz Soldan
Celebrando el centenario de Fernando Diez de Medina

Celebrando el centenario de Fernando Diez de Medina

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Centenario de Fernando Diez de Medina
Por: Pedro Shimose

Dentro de nada se recordará el centenario del nacimiento del escritor Fernando Diez de Medina (La Paz, 14/01/1908–ídem, 21/09/1990). Miembro de la llamada Generación del Centenario, bautizada por él como ‘Generación de la fe’, pertenece a una dinastía de bolivianos ilustres. Desde el memorialista Tadeo Diez de Medina (siglo XVIII) hasta el periodista Raúl Diez de Medina (siglo XX), pasando por el historiador Lucio Diez de Medina, el arqueólogo Federico Diez de Medina y el diplomático e internacionalista Eduardo Diez de Medina –padre del escritor–, los Diez de Medina prestaron servicios distinguidos a la cultura boliviana.
Fernando Diez de Medina es recordado y juzgado más por su agitada y controvertida actividad política que por su vasta, importante y dispar obra literaria. Entusiasta, fantasioso y audaz, su vida fue una sucesión de experiencias fallidas en oficios ajenos a la literatura. Periodista combativo en su juventud, fundó el ‘pachakutismo’ –movimiento cívico contra la oligarquía minera de los años 40–, llegó a ser ministro de Estado, embajador, asesor de gobiernos militares, consejero áulico y director de revistas culturales, entre otros cargos singulares. Criollo de talante aristocrático, no hablaba aimara y, sin embargo, construyó –al modo fantástico– una teogonía colla (escribía equivocadamente ‘kolla’ como un gesto antiespañol y anticolonialista) que hoy goza de gran predicamento, aunque los indigenistas repudien a su autor por tres motivos: por su tez blanca (‘k’ara’), por su relevante posición social y económica, y por escribir en español (el mestizo Fausto Reynaga, su antagonista, también escribió en español, pero era pobre y tenía la piel cobriza). La mitología aimara de Diez de Medina es más bien estetizante; la de Reynaga es étnica y política. El filósofo Guillermo Francovich analizó mejor que nadie este pensamiento denominado por él ‘una mística de la tierra’, es decir, una visión telúrica de la realidad boliviana, de la cual se excluía a Tarija, Santa Cruz, Beni y Pando, hecho curioso y muy actual.
Autodidacto, suplió sus deficiencias universitarias con vastas y desordenadas lecturas que, muchas veces, lo traicionaron. Este propagandista de lo colla, vivió arrebatado por la música sinfónica de sus adorados J.S. Bach, Vivaldi y Beethoven. Fue una de sus muchas contradicciones porque, restaurador de los mitos aimaras, jamás se interesó por la música folclórica andina creada por el genio popular cholo.
Espoleado por un ambicioso proyecto vital, escribió 40 libros. Abarcó todos los géneros literarios posibles –desde el poema hasta el manifiesto polémico–, pero su fuerte fue el ensayo literario. Sus ensayos políticos son discursos moralizantes escritos con afectación y estilo sentencioso. Su crítica impresionista de la literatura boliviana se halla condensada en el libro Literatura boliviana (La Paz, 1953/Madrid, 1954).
Viajó poquísimo. Visitó Nueva York y Washington, en calidad de invitado, y residió dos años en Roma, en misión diplomática. Vivió recluido en la biblioteca de su residencia de Sopocachi. Escribió sobre el destino de Bolivia, pero su conocimiento del país era libresco. Hasta el final de su existencia, interpretó la realidad nacional desde sus exclusivos prejuicios altiplánicos. Una o dos veces visitó la ciudad de Cochabamba y en la década de los 70 viajó, por primera y única vez, a Santa Cruz de la Sierra, a pronunciar una conferencia sobre no sé qué ¡en una reunión de empresarios!
Adicto a las tesis andinistas de Jaime Mendoza, admirador y biógrafo de Franz Tamayo, lector de Nietzsche, Spengler y Keyserling, aspiró a ser el nuevo Pachacuti, pero sólo llegó a ser víctima de sus propias ambiciones. Reconoció que “la política es una mugre” porque, siendo amoral, “se maneja por sí misma al margen de éticas y moralismos”. Evidentemente, Fernando Diez de Medina no había leído a Maquiavelo ni conocía la naturaleza humana. // Madrid, 11/01/2008.