08/22/2011 por Marcelo Paz Soldan
Una cuestión de fe: La crítica como espejo del cine

Una cuestión de fe: La crítica como espejo del cine


La crítica como espejo del cine
Por: Marcos Loayza (*)

Como sabrán no soy un experto en presentar libros, así que apenas presentaré un par de ideas conexas de alguna manera por lo que me provocó la lectura del libro. Del libro en sí no puedo y no está bien visto y es de mal gusto que hable, porque habla de nosotros. Y creo que todos están por demás concientes de la importancia y el valor del mismo.
Debo confesar que me gusta leer crítica de cine, de obras que me han dejado cosas que pensar, de obras que no han terminado de gustarme por alguna razón que no logro controlar o de pelis a las que no estoy del todo animado a ir. También, debo confesar, que me gusta leer crítica de pura maldad, porque siento que hay muchas cintas que se estrenan que son francamente impresentables.
Uno de los textos más hermosos de crítica está en un libro de Serge Daney, que me regaló un gran amigo crítico de cine. En él hace referencia a una película que muy poca gente vio, hace referencia al famoso traveling de Kapo de Gillo Pontercorvo –cuya cinta La batalla de Argel tuvo cierta repercusión acá-. El autor, poniéndose del lado radical de esa celebre polémica iniciada por el crítico y cineasta Jacques Rivette, habla de cómo un director con un solo plano pierde el respeto como ser humano de parte del crítico, más concretamente el plano fue calificado de abyecto. Más tarde Godard diría, más conciliador, que el movimiento de cámara es un asunto ético. Y yo terminé aprendiendo que cuando haces una película tienes que hacerte cargo de todo lo que pusiste en ella, con humildad y responsabilidad.
Uno tiene, como todos, sus fantasías y también sus metas, cosas que nunca se podrán conseguir y otras que sí. Digo esto porque no creo mucho en aquellos cineastas que reniegan de la aceptación del público, del gran público o de la aceptación de la crítica, de la gran crítica. Imagino que antes del rodaje, de la edición, sueñan con hermosos comentarios sobre su obra o cometarios bondadosos. O, finalmente, aunque sea, sólo comentarios. Debo confesar que me hubiera encantado poder leer una crítica a alguno de mis trabajos escrita por Luis Espinal o por Renzo Cotta. Y también, porqué no, textos de Jaime Manrique Ardilla, Andrés Caicedo, Guillermo Caín, Serge Daney o Pauline Kael. Porque cuando estábamos empezando a animarnos a comprender cómo se hace, cómo no se hace una película o para qué sirve, lo hacíamos con los medios que teníamos a nuestro alcance, que eran apenas algunos libros donde se hablaban de obras, que a veces llegaban a la Cinemateca, donde se teorizaba sobre las posibilidades del cine como arte, sobre si es o no un lenguaje y, de serlo, cómo funciona, cómo usar un lenguaje que no tiene gramática. De ellos aprendí, y lo agradezco, porque ahora en la práctica, al momento de poner una réplica en un diálogo, de ordenar una secuencia, de dar una indicación al actor, de elegir un lente para una toma, de decidir un punto de cámara, de elegir un corte en la edición, siempre recurro a los maestros críticos.
Cuando hago una película, pasan muchas cosas, algunas buenas y otras no muy buenas, uno avanza y sigue ciertas intuiciones, cosas del instinto, que es diferente, sabe que tiene entre las manos ingredientes valiosos e íntimos, pero no sabe para qué, le oye a cosas quién sabe donde las oyó, cosas que se esconden dentro de uno, la memoria trabaja con extraños códigos que no son los cotidianos. Se trabaja con una materia oscura y no hablo de la inspiración, sino de las cosas que hacen a las películas, que al momento de fabricarlas es un territorio de incertidumbre que se aclara sólo un poco el día del estreno, cuando el espectador reacciona o no ante la función, que cobra sentido gracias a las criticas. Ellas nos ponen en evidencia, son nuestro espejo y nos permiten profundizar más nuestro propio camino, corregir rumbos, agudizar nuestro instinto, nuestra intuición, nuestros sentidos y el uso de nuestro lenguaje, y más. Por eso es que hay una rara complicidad, a la que yo personalmente agradezco y con la que me siento en deuda.
* Director de cine, autor de películas como Cuestión de fe, El corazón de Jesús y El Estado de las cosas. Actualmente, está preparando el estreno de la esperada Las bellas durmientes. Loayza presentó en La Paz el libro Una cuestión de fe, de Santiago Espinoza y Andrés Laguna, en el marco de la Feria Internacional del Libro de aquella ciudad.
Fuente: La Ramona / Opinión