08/17/2007 por Marcelo Paz Soldan

Sobre la polémica de Gary Daher y Santa Cruz

Literatura en Santa Cruz: la huella y los arillos
Por:Gary Daher Canedo

(La literatura boliviana está llena de dimes y diretes. Me acuerdo de la polémica de Adela Zamudio y el padre Pierini, o la de Fernando Diez de Medina con Franz Tamayo, la de María Josefa Mujía polémica recogida por Gabriel René Moreno. Ahora tenemos una polémica empezada por el escritor paceño residente en Santa Cruz, como él mismo se denomina, Gary Daher Canedo y la literatura en Santa Cruz y, en otros dos notas que también incluiremos, la furibunda respuesta de sus detractatores: Luis Andrade y Buby Gonzalez). La nota de Daher fue publicada en Fondo Negro de La Paz (lugar propicio, pienso, para atacar las letras en la ciudad que lo cobija). Los ánimos, sin duda, en Bolivia están caldeados por tanto regionalismo alentados por el mismo Gobierno. La literatura no se salva.
Santa Cruz de la Sierra es al presente la ciudad más poblada y de mayor índice de crecimiento de Bolivia, merced a la incansable migración de gente procedente de las otras regiones de la República, además de la llegada de una cantidad notable de inmigrantes originarios de otros países sudamericanos. Entonces, la urbe se establece, siguiendo el modo de las ciudades sudamericanas: hacinada, desordenada, famélica, escindida, monstruosa.
Hay, sin embargo, un dato esclarecedor. Ésta es una urbe de inmigrantes, siempre lo fue. Incluso sus propios habitantes ancestrales lo son. Si no, recordemos que San Lorenzo, que así se llamó originalmente la ciudad, recibió en algún momento del siglo XVII a los cruceños que venían huyendo del asedio chiriguano. Todos llegamos a Santa Cruz: la amada, la dispuesta, en cuyos brazos creemos encontrar la epifanía de una vida mejor. Engañado por el verde, el cuerpo se yergue, el cabello se encrespa, los ojos relucen; cuerpos que han descubierto la virtud de la desnudez y la bendición del agua que sirve para curar dolores del alma a través de los surcos que hace en la piel, bendición de los baños, por lo cálido, por lo abierto, por el aire.
A pesar de estos antecedentes, en esta ciudad la tradición literaria es prácticamente inexistente; así, los narradores son tan escasos que se reducen a un par de nombres al nacer el siglo XX, Enrique Finot y Alfredo Flores, y otro a mediados, Oscar Barbery Justiniano y Pedro Rivero, escritores estos de una todavía aldea de 50 mil habitantes. Época en la que en poesía podríamos nombrar a Róger Otero Reiche, el poeta insignia local, cuyos versos están más ligados a la trova que a la reflexión de la palabra, mientras que la poesía costumbrista, fuertemente influida por la denominada poesía gauchesca argentina, marca espacios con Marceliano Montero y otros vates encariñados con estas formas.
En los años de crecimiento poblacional desmedido, cuando la ciudad se hacía en la multiplicación inusitada de sus células, surge el escritor Manfredo Kempff, novelista que basa sus historias en anécdotas sociales pertenecientes especialmente al grupo humano tradicional, es decir de la ciudad antigua.
Así que la literatura que actualmente se escribe en Santa Cruz de la Sierra arranca en la década del 80, cuando Jorge Suárez, poeta y narrador, reúne en un taller denominado Taller del cuento nuevo a un grupo de jóvenes que ya germinaban con una voz que buscaba probablemente un modo de narrar la crisis del crecimiento cruceño. Este grupo se consolida en la década del 90 cuando, tal vez a raíz de la ocurrencia de este movimiento, emergen otras voces interesantes que se suman a la faena literaria. Al mismo tiempo, los varios escritores inmigrantes llegan para enriquecer y sumarse a esa corriente de gente que escribe desde esta ciudad. Se diría, entonces, que la literatura que se produce en Santa Cruz de la Sierra se hace gracias a la presencia de la ciudad, que más que una amalgama del encuentro de las culturas bolivianas, creemos, ha sido signada ser una de las metrópolis sudamericanas donde converjan las voces de todos.
Para intentar cercar este panorama nos referiremos a la muestra de escritores que aquí se trae: no son todos, ni necesariamente los únicos representativos. Ejemplos que entremezclan, en un acto apurado, versos y prosa, con la peregrina idea de hacer eso mismo que se dice: mostrar un espacio poco conocido de las letras sudamericanas, producidas en esa ciudad que, merezca la redundancia, vive la crisis de un crecimiento traumático y una agitada convivencia cultural.
Diremos, entonces, para empezar, que las mujeres cruceñas están estableciendo territorios en el lenguaje. Así, Giovanna Rivero Santa Cruz confirma su voz que plantea los trances que se dan en el escenario del poder, ejercido y resistido entre la pareja. Claudia Peña Claros trabajando el tema erótico desde la mirada de la inocencia; se establece de ese modo un diario de las rupturas, la búsqueda por liberarse de viejas ligazones. En la trama poética se desplazan Luisa (Gigia) Talarico con un discurso de ausencia amorosa, mientras Emma Villazón, joven poeta, aparece dolida por la palabra, deslumbrada por las sombras de una población citadina intraducible.
Estos ejemplos muestran el desplazamiento del discurso de la mujer, que ha abandonado los espacios de la lucha frontal del feminismo, panfletario y demandante por la del dibujo de los conflictos, el desarrollo del escenario y la propuesta de la necesidad de una armonía en el conjunto de la pareja. Por el momento, desde la voz interior y femenina: literatura osada y sin tapujos dejándonos su desnudez honesta y conmovedora.
Probablemente, en este mismo sendero, de lecturas de la cotidianidad, marcharía la propuesta de Oscar Barbery Suárez y Homero Carvalho, tratando de interpretar la ciudad que sienten crecer cual un caracol sin caparazón, tratando de traducirla en las múltiples voces de sus personajes, Barbery; y en la mágica circunvalación de sus ocurrencias, Carvalho.
En este contexto, los inmigrantes extranjeros traen voces con tal oxígeno que permiten una mejora del aire, así Emilio Martínez y su swiftiana mirada, y Gonzalo de Córdova y su lectura crítica de la historia.
En poesía, mientras Aníbal Crespo, poeta chaqueño, templa los aires con sus llamadas amorosas aromatizadas de selva, también asistimos en Santa Cruz a los ejercicios experimentales de Luis Andrade, siempre en busca de nuevas formas de expresión.
Por su parte, Gary Daher Canedo incurre en una gama de géneros, y no contento con la poesía, la narrativa y el ensayo, ha publicado traducciones de Catulo y Safo, convirtiéndose en un animador de ese círculo.
Así, se puede afirmar que la heterogénea elaboración literaria de Santa Cruz de la Sierra traducida en libros, que las editoriales locales ha ido multiplicando, es uno más de los productos de la ciudad, y que es apenas la punta del iceberg, pues se siente y se oye la ocurrencia de voces jóvenes, voces nuevas, acaso alguna ya contundente.
Hasta aquí este sucinto panorama de las letras que se tejen y destejen en quién sabe qué horas, donde los nombres aquí mostrados son solamente huellas que la ciudad va dejando, en una convulsión cuyo movimiento está íntimamente ligado con la urbe, con Santa Cruz de la Sierra, o como muchos prefieren, la ciudad de los anillos, uno de ellos, la literatura.
* Escritor paceño residente en Santa Cruz