11/17/2008 por Marcelo Paz Soldan
Segunda versión del concurso Los jóvenes también contamos

Segunda versión del concurso Los jóvenes también contamos

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Sangre joven revela sus cuentos
(Karen Gonzáles del colegio Ceferino Namuncurá y Kevin Caballero del San Agustín, obtuvieron el segundo y tercer lugar respectivamente en el II Concurso de Cuentos Los jóvenes también contamos, organizado por la Mesa Departamental de Concertación por la Lectura y Escritura)
Un sueño en película
Por: Karen Noelia Gonzáles

Esa tarde, Mariana soñó que la televisión era una ventanita a un mundo lleno de aventuras. Ella quería conocer en persona al Hombre Araña, cazar Pokemons y aprender las piruetas que hacía el fenomenoide sin que se le moviera un pelo, entonces metió una pierna dentro de la tele y luego la otra … Estuvo en ese mundo fantástico de colores, donde sólo basta apretar un botón para viajar al futuro, ir al espacio sideral y hacerse grande o chiquita como por arte de magia.
Al principio era todo emocionante, Mariana no se cambiaba por nadie: tenía poder de volar como Superman y volverse invisible si así lo deseaba, sólo que la vida dentro de la tele también tiene peligros, por ejemplo en una de sus aventuras por el Lejano Oeste Mariana tuvo que esquivar como pudo las balas de plata de Míster, un pistolero aguerrido de una película donde los caballos relinchaban y el polvo hacía estornudar, arrastrándose.
Mariana se escapó de la película, pero con tan mala suerte que fue a parar a una serie de terror. Pobre Mariana, ella no sabía que aquellas brujitas y diablillos eran actores disfrazados para filmar una historia de miedo, que todo era mentira.
¡Auxilio!, ¡socorro! Gritaba Mariana dentro del televisor, nadie la escuchaba porque creían que ella era un dibujo animado más, un personaje que estaba actuando ¡Auxilio!, ¡socorro! Continuaba gritando Mariana; ya se había cansado de pedir ayuda; de pronto sintió unas manos que la tomaron de los hombros y la sacudieron: ¡Mariana! ¡Mariana! Despierta estás como dormida, escuchó decir la niña a su mamá.
Frotándose los ojitos Mariana se dio cuenta que había estado soñando durante horas mirando la tele, que ya su cerebro no podía pensar, que tragaba las imágenes del televisor. Todo por suerte había sido una pesadilla. Sin pensarlo dos veces, todavía asustada, Mariana apretó el botón que decía apagar.
Mi amigo Bismarck
Por: Kevin Ángelo Caballero Zenteno

No es que les vaya a contar un drama, pues mi intención no es la de conmover a nadie, pero siento una intensa necesidad de relatarles todo cuanto aconteció en aquellas vacaciones de fin de año, que viajé con mi padre al campo; pienso que esas vacaciones cambiaron por completo mi vida.
Empezaré por decirles mi nombre que es Kevin A. Correa N., tengo 12 años recién cumplidos, asisto a un colegio particular de mi barrio desde primero de primaria; como se supone conozco a la mayoría de los alumnos y compañeros del colegio a excepción de algunos alumnos nuevos.
Ay!!! , ya me estaba olvidando, el relato de mis vacaciones…, por nada del mundo quería acompañar a mi papá, pues como verán tenia muchas cosas muy importantes por hacer, como terminar mi jugada de Dragón Ball Z, ver mis programas preferidos o hablar con mis compañeros de curso, como con mi mejor amigo Julio Vélez Ocampo; de carácter es humilde y muy sencillo y lo mejor de todo es que me comprende.
Y papá me tiene que obligar a ir al campo diciendo que tenemos que pasar más tiempo juntos, no entiende que ya crecí, como para el día del niño que me regaló un juguete de Power Ranger’s, que disparaté, cómo se atreve – no le dije nada por no herir sus sentimientos.
Ya teníamos todo listo y preparado para el viaje, mi mamá me puso en mi mochila algunas galletas de mis preferidas para que no la pasara tan mal, y así fue como empezó nuestra aventura. En el viaje que demoró bastante -les aseguro-, iba mirando el paisaje y peleando como siempre con mis hermanos menores que son buscapleitos, pensaba en todo lo que me perdía como el maratón de Dragón Ball GT, pero ni modo, ya estaba en camino; a la mañana siguiente llegamos a Cochabamba a un lugar llamado Tarata y empezamos a descargar las cosas, me sentía extraño. Era un lugar donde parecía que el tiempo se había detenido, no había luz eléctrica, las casas eran de barro y la gente era muy humilde, mi papá les llevaba unas cosas de regalo y muy felices salieron a recibirnos, me saludaron pero yo realmente ya estaba a punto de huir, ¿Qué era todo esto? Más tarde mi papá me explicó que era un lugar muy apartado de la ciudad y la gente necesitaba unas medicinas y vacunas para no enfermarse y teníamos que llevar a la ciudad a un niño que estaba delicado de salud.
Mientras mi papá estaba pendiente en otras cosas, mis hermanos y yo salimos a jugar un rato y ver a los animales, hicimos carreras, pero habían unos niñitos que nos miraban de pies a cabeza y nos seguían a todos lados, hasta que nos cansamos de que nos persiguieran y nos dio hambre, nos invitaron leche y tomamos, pero nos dio sed y busqué a papá; y ¿saben que descubrimos?, que no tenían agua potable, que no podían tener agua como en la ciudad. Eso me puso muy triste, jamás imaginé que hubiera niños en esas condiciones, que no tenían juguetes y lo que es peor que no tuvieran agua potable para consumir, y yo quejándome por no tener los últimos juegos del momento.
Así al día siguiente papá hizo que alistáramos las cosas porque teníamos que hacer campo para un niño que estaba enfermo y había que llevarlo a la cuidad para que le dieran la atención adecuada, porque si seguía allí no era posible que viviera. Este niño era de mi edad y se llamaba Bismark Mamani Q. su papá había muerto hace varios años y sólo se dedicaba a ayudar a su mamá, no quería estar enfermo porque él ayudaba mucho a su mamá y a sus hermanas, casi no hablaba español y estaba realmente enfermo.
Ya en la ciudad no querían recibirlo en el hospital, lo discriminaban por ser pobre, fue la explicación que me dio mi papá, no podía creer que dejaran a morir un niño casi de mi edad, podría ser yo, y no lo dejaban siquiera ingresar al hospital porque no estaba comprendido en el SUMI, porque había pasado la edad, mi papá tuvo que rogarles, pero al final no quisieron. Entonces tuvimos que ir a otro hospital dirigido por monjitas, ellas lo recibieron, pero mi papá lo tuvo que garantizar, él no tenia dinero para curarse, esto me puso muy triste.
Después de mucho tiempo, Bismark, fue un día a visitarnos a la ciudad y me acompañó a jugar, pero uno de mis amigos me vio y despectivamente me dijo: “Qué hacés con ese pordiosero”, y yo le dije es mi amigo, y no tengo vergüenza de decir que es mi amigo, mas vergüenza me da que en nuestro Estado tengan que morir niños por no tener dinero para cuidar su salud.
Fuente: El Deber
Ilustración: Graciela Rodo Boulanger