01/12/2018 por Marcelo Paz Soldan
Los mundos muertos de Liliana Colanzi

Los mundos muertos de Liliana Colanzi


Los mundos muertos de Liliana Colanzi
Por: Ángela Quinteros

Morir antes de morir… ¿Cuántas veces morimos antes de realmente morir? Tal vez la muerte está en la vida y tratamos de ignorarla, de negarla, pero ¿por qué asociar lo muerto con lo desagradable? Baudelaire en Las flores del mal nos ha mostrado ya que también hay belleza en aquello que no nos agrada, aquello que puede ser violento para nuestros ojos o emociones.
Los personajes como las historias de Nuestro mundo muerto (2016) de Liliana Colanzi están en constante comunión con lo muerto. Si se entiende “lo muerto” como aquello que puede ser desagradable de contar o de vivir, pero la muerte es parte de la vida, como también los muertos, lo sobrenatural, lo misterioso.
Estos personajes huyen de sus fantasmas o de sus monstruos, a veces los enfrentan, en otras ocasiones son consumidos por aquellos. Criaturas que les susurran sus historias a los narradores de este libro para que así los materialicen en palabras escritas. No están muertos, están vivos, pero la muerte es parte de sus vidas.
Nuestro mundo muerto
El único cuento de ciencia ficción de los ocho da el nombre a este libro de cuentos. Tal vez porque sintetiza la esencia –en extremo– del libro.
El mundo de ese relato está muerto y los personajes que habitan en él son muertos vivientes. La Tierra se convierte en un sitio inhabitable por la radiación y por eso los habitantes buscan colonizar Marte, pero parece que los colonos no tienen mucho éxito. Un relato de ciencia ficción totalmente desesperanzador.
La ciencia ficción se caracteriza en mostrar una situación extrema como la consecuencia del mal accionar del ser humano, y así es Nuestro mundo muerto, el relato. Mirka, la protagonista mata toda esperanza de vida. Aborta, no porque no pueda criar al ser que se forma en su vientre sino por miedo a que nazca deforme. O sea, se deja llevar por el entorno desesperanzador que la rodea sin discernir mejor la situación y después, cuando viaja a Marte, solamente ahonda ese vacío que ya llevaba consigo desde la Tierra.
Realmente, el extremo de una situación: Mirka es un personaje que lleva al extremo morir antes de realmente morir.
El Chaco
El Chaco es uno de los cuentos que más me ha llamado la atención porque habla de un mataco y es esa presencia indígena la que le confiere como un cierto misterio al relato; otro motivo por el que disfruté de leerlo es porque existe un proceso autorreflexivo sobre las palabras.
La historia se desarrolla en un pueblo chaqueño, también parece un mundo muerto como muchos de los espacios de los cuentos de este libro. Una fábrica de cemento ha contaminado el ambiente y quienes viven ahí padecen de alguna enfermedad ya sea en la piel o en los pulmones. Antes lo habitaban los matacos pero fueron expulsados de sus tierras.
Otro escritor que nombra varias veces a los matacos es Jesús Urzagasti, aunque en las historias del escritor chaqueño estos son nómadas.
Según cuenta Urzagasti, los matacos no tienen un nombre propio, como Juan, María, sino que asumen-imitan el nombre de alguien que de una u otra manera los ha impactado y lo llevan por ahí hasta que se aburran o encuentren otro que lo sustituya.
Por eso a lo largo de sus vidas pueden tener varios nombres. En el relato de Colanzi hay como una cierta similitud con aquella historia, aunque de manera inversa, ya que el protagonista asume la identidad del mataco, mejor dicho, la integra a su ser y se vuelven dos en uno. Y desde el momento que sucede esta integración el protagonista asume el “nombre” del mataco: “Yo soy el Ayayay, el Vengador, Aquel que Pone y Quita, el Mata Mata, la Rabia que Estalla, habló el mataco, y también quiso saber: ¿quién sos vos? Ya no hay vos ni yo, de aquí en adelante somos una sola voluntad, dije”.
La relación entre el asesino (el protagonista) y el asesinado (el mataco) del primer momento se trastoca para convertirse en la historia del doble, del doble integrado, la esencia, el espíritu del asesinado se vuelve parte –como un aspecto sobresaliente– del asesino. El asesino en ningún momento pierde su identidad, sino que es consciente de la presencia del mataco dentro suyo, hasta que en un momento usa la primera persona en plural: “nosotros”, cuando se refiere a él y al mataco que vive en su interior.
En este relato hay algunas alusiones sobre la importancia de la palabra. El abuelo del joven asesino constantemente le gritaba: “la palabra es un rayo, un tigre, un vendaval, decía el viejo mirándome con rabia (…) ¿Sabés qué pasa con los mentirosos? (…) ¿Sabés lo que le pasa al que miente?, insistía el abuelo, esquelético, amenazándome con el bastón: la palabra lo abandona, y al que se queda vacío cualquiera lo puede matar”. Y es como que el desarrollo del relato se basa en esta especie de sentencia que vocifera el viejo, tanto para lo que le sucede a él como lo que después le ocurre a su nieto asesino.
El Chaco es un cuento que puede ser fantástico, también, un relato oral, con tintes de autorreflexión sobre el lenguaje y juntando estas características se tiene un relato literario de gran calidad.
Morir antes de morir
Apenas he mencionado dos de los ocho cuentos de este libro. Apenas, se podría decir, los he rozado.
La narrativa de Liliana Colanzi es muy transparente, no usa términos rebuscados, ni tampoco intenta adornar con palabras dulzonas los hechos que acaecen, los narradores de sus relatos pueden ser muy crudos con el lenguaje que utilizan, pero también muy poéticos, incluso demasiado humanos, como diría Nietzsche.
El resto de los relatos, cada uno de ellos conduce al lector a aquello que tal vez no sea agradable de leer. Sin embargo, ahí reside su marca personal. Estas historias sorprenden por su contenido como por los finales que dejan la sensación de que la historia recién comienza. La narrativa de Colanzi no es cursi ni paternalista, es como una estocada firme y bien precisa.
Fuente: Ideas