01/10/2012 por Marcelo Paz Soldan
Los Lemmings y otros, cuentos del argentino Fabián Casas: ecos de los buenos sopapos

Los Lemmings y otros, cuentos del argentino Fabián Casas: ecos de los buenos sopapos


Los Lemmings y otros, cuentos del argentino Fabián Casas: ecos de los buenos sopapos
Por Ricardo Bajo

Cultura popular (Chespirito antes que Shakespeare), drogas legales e ilegales, clases medias empobrecidas, mucho barrio, jerga de la calle, rock (Pappo, papá) y fútbol. Cuentos –siete- sobre la infancia perdida y sobre el enano mundo literario con escritores famosos que es mejor no conocer, sino leer. Oralidad coloquial, familias disfuncionales, juguetes rotos-rabiosos, Once y Boedo, adolescencias pasajeras, felices, traumadas. Películas, algunas porno y una empatía rara por la cultura japonesa y el budismo zen (¿su estilo lo destila?). Así son “Los lemmings y otros”, cuentos recopilados del escritor argentino Fabián Casas.
Con el “boom” de las jóvenes editoriales en países como Argentina, Bolivia y otros se publica más que nunca, para el placer del pueblo lector, para una inmensa y silenciosa minoría. Casas pertenece a lo que nosotros, los periodistas, llamamos -en esa irremediable manía de etiquetar- “nueva narrativa” que parece más relatos cortos que novelas, muchos de ellos autobiográficos de mundos mínimos, cotidianos, callejeros… y los mil novios de mamá (“la infancia estuvo separada por tandas en las cuales mi madre me informaba sobre las bajas de sus noviazgos”). ¿Cuántos de ellos construirán con el tiempo una obra?
Casas tiene un recorrido literario que va desde inicios “cartoneros” (con la Eloísa porteña) hasta antologías varias llegando a libros publicados en España o Alemania. Ahora llega a Bolivia de la mano de El Cuervo editorial. Los lemmings también vuelve la mirada entre canchas, obreros y travesías sentimentales a la pasada amargura política de los años ochenta y noventa en la Argentina cuando nuestros vecinos vivían en “un país de porquería que los cagó a sopapos”, cuando la música disco era la dictadura cruel de todos los días, cuando todavía no se adivinaban vidas sin infierno, ni libros con buenos finales.
Fuente: Página siete