01/28/2014 por Marcelo Paz Soldan
Guttentag, promotor de la literatura boliviana

Guttentag, promotor de la literatura boliviana

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Guttentag, promotor de la literatura boliviana
Entrevista a Werner Guttentag Tichauer
Por: Javier Claure C.

Esta entrevista se llevó a cabo en Cochabamba en marzo del 2008, nueve meses antes de la muerte de uno de los más grandes libreros y editores de Bolivia, el alemán Werner Guttentag Tichauer.
Tuve la suerte de conocerlo el 2004 cuando me encontraba de vacaciones en Bolivia. Me dirigí a su librería para invitarle a la presentación de mi poemario “Preámbulos y ausencias”, que se realizó en “La Casa del Artista” el 30 de abril de ese mismo año.
Quería traerme a Estocolmo un recuerdo de ese hombre que desinteresadamente se dedicó a publicar obras literarias bolivianas. En este diálogo relata algunos pasajes de su adolescencia, y de sus experiencias desde el primer instante que pisó suelo boliviano con tan sólo 19 años.
Al escuchar su cansada voz, en mi grabadora portátil, vuela mi fantasía a ese día que me acogió largas horas en su casa. Nos sentamos frente a frente en su living, y en la mesa central instalé mi dictáfono. Una empleada trajo dos tazas de café con masitas y al mismo tiempo observé, en esa mesa, una revista en alemán, otra en inglés y el periódico Los Tiempos. Enseguida le pregunté:
¿Usted habla varios idiomas, verdad?
No muchos, me falta aprender uno, me contestó.
Entonces, continué, ¿Qué idioma le falta aprender?
El quechua, me respondió con un acento alemán y una sonrisa en los labios.
Así empezó esta charla un día soleado y tranquilo. Don Werner con sus 88 años conversaba entusiasmado y con gran sentido del humor:
¿Don Werner, podría contarme algo de su niñez en Alemania?
Yo nací en una ciudad que se llamaba Breslau, pertenecía a Alemania; pero después de la Segunda Guerra Mundial pasó a ser parte de Polonia. Hoy día esa ciudad se llama Wroclaw. Estudié allí hasta mis doce años. Lamentablemente los alemanes empezaron a molestar a los hijos de los judíos. No nos dejaban estudiar. Por eso no salí bachiller, pero me dediqué a leer bastante. Ahora soy doctor honoris causa por la Universidad San Simón de esta ciudad.
Mis padres provenían de clase media y fueron terriblemente afectados por la inflación económica de aquella época. Perdieron su dinero y posteriormente tuvieron que escapar de los nazis.
¿Cómo y cuándo llegó a Bolivia?
Es una historia larga. Llegué a Bolivia en el año 1939. Era un muchacho en pleno desarrollo. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial en Alemania, mi padre, Erich Guttentag, fue llevado a un campo de concentración. Entonces yo y un amigo que también se llamaba Werner nos fuimos en tren hasta Checoslovaquia con el propósito de conseguir asilo político. Pero falló nuestro plan porque éramos muy jóvenes y nos devolvieron a Alemania. Estando allí me enteré que Holanda daba refugio a jóvenes judíos, y me fui a ese país. Ahí estaba aprendiendo mecánica. Mientras tanto, y con mucha suerte, mi padre logró salir del campo de concentración. Los nazis eran matones y perseguían a todos los judíos. Mi tío, Walter Tichauer, fue asesinado por los nazis en Portugal. Afortunadamente, mis padres obtuvieron una visa para venirse a Bolivia en 1938. Mi madre vino a Holanda a despedirse. Sacó un mapa de su cartera y me dijo: “Te espero en el centro de Bolivia, señalando con su dedo la ciudad de Cochabamba”. De ese modo, un año más tarde llegué a Bolivia desde el puerto de Arica con mi máquina de escribir, un libro de Dostojevskij y mi bicicleta.
¿Cuáles fueron sus primeras impresiones de Bolivia?
Como te dije anteriormente; yo era un adolescente y me impresionó la gente de Cochabamba. Todo el mundo andaba de luto, parecían uniformados. Se notaba una tristeza, en el pueblo cochabambino, por la derrota de la Guerra del Chaco. Pero ya en ese entonces una vez caminando con mi padre, por la plaza 14 de Septiembre, le manifesté mi deseo de tener una librería cerca de esa plaza.
¿A qué se dedicaba a un principio?
Bueno, un amigo de mi padre, el austríaco Philip Weiss, tenía una joyería llamada “Vienesa”. Y él me dio trabajo como ayudante. Después de un tiempo me fui a Oruro a trabajar en las oficinas de la Empresa Minera Hochschild. Me convertí en un “empleado idiota de oficina”, sin muchas perspectivas. Pero en mis adentros tenía un gran deseo de abrir mi propia librería.
Por lo visto su sueño más anhelado se hizo realidad ¿Cómo creó la librería y editorial Los Amigos del Libro?
Justamente en Oruro, en 1944, conocí a Edith Lublin, la mujer de un médico que trabajaba en las minas. Hice un convenio con ella. Tenía que invertir un dinero para salir adelante con la librería, pero lamentablemente no ocurrió nada. Se fue a La Paz junto a su esposo porque lo destinaron a esa ciudad. Sin embargo, pese a muchas dificultades, logré abrir mi primera librería en Cochabamba, en la calle San Martín y se llamaba Canata.
¿Cómo se siente, don Werner Guttentag, después de haber recibido tantos premios?
Se levantó del sillón sin contestar a la pregunta y me condujo hacia una vitrina. Gesticuló con las manos y con mucho orgullo dijo: “Aquí están todos los premios que me han otorgado”. A partir de este momento la entrevista se hizo un poco informal. Después de intercambiar unas palabras, salimos al patio (le saqué un par de fotos), y por medio de un pasillo nos dirigimos a la casa colindante que fue la casa de sus padres. Abrió una pequeña puerta, en cuya parte superior había un letrero que decía: Biblioteca Margarete Guttentag T. (el nombre de su madre). Subimos unas gradas en forma de caracol y alrededor observaba las paredes tachonadas de libros. Traté, entonces, de leer algunos títulos rápidamente, hasta que llegamos a dos cuartos repletos de libros, de documentos y de revistas. En una mesa, entre muchos papeles, encontré la primera revista de literatura boliviana “Arte y trabajo”, editada en 1921. En un estante reposaba la foto de su esposa Eva Mohr de Guttentag y aproveché para preguntarle:
¿Cómo conoció a su esposa?
Buena pregunta (risas). Ella vino como mi secretaria para trabajar en Los Amigos del Libro. Se enamoró de mí y yo también de ella. Ahí empezó todo.
Después de un momento retomamos la conversación y, entre palabras, me condujo a un tercer cuarto, donde me mostró impresionantes catálogos de estampillas de todo el mundo. Me explicaba una serie de detalles relacionados con sellos postales. Don Werner era un gran filatelista. Luego extrajo de un cajón el pasaporte de su padre y un libro de rezos, en hebreo, que llevaba cuando era soldado del Ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial.
A decir verdad, me impresionó mucho la personalidad de Werner Guttentag. Me atrevo a certificar que su biblioteca privada es la más completa de Bolivia. Hoy ya no está entre nosotros, pero descansa bajo el cielo de Cochabamba. Y su tumba brilla eternamente para alumbrar a todos los amigos del libro.
Fuente: Lecturas