07/17/2008 por Marcelo Paz Soldan
Giovanna Rivero: la intensidad de una escritora

Giovanna Rivero: la intensidad de una escritora

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La intensidad de una escritora
Por: Marcelo Suárez

Volvió a Santa Cruz y se reencontró con la calidez de esta tierra, la misma que ha sido protagonista de varias de sus obras, la ciudad que fue testigo de la polvareda que levantó en los círculos conservadores su primera novela Las Camaleonas y la que ella define como descarada, cosmopolita y dueña de la noche más profunda. A esta misma Santa Cruz, de la que hace año y medio emigró para ampliar sus horizontes, regresó Giovanna Rivero y no lo hizo con las manos vacías; trajo bajo el brazo: Tukzon, historias colaterales, su nueva obra (mezcla de novela y cuento), que contiene 14 relatos que reflejan la visión de su autora acerca de las transformaciones culturales que causan la migración en las grandes sociedades. El libro, editado por sello La Mancha, de La Hoguera, será presentado el próximo lunes 21.
– ¿Por qué tu nueva obra se titula Tukzon, historias colaterales?
– Es un título compuesto que alude a los desafíos de la estructura del lenguaje. Tukzon, historias colaterales es un libro de 14 cuentos largos que funcionan independientemente, pero están vinculados entre sí por una trama y un hilo ‘underground’, que se va aclarando a medida que van avanzando los relatos.
Este tipo de estructura no es nueva, pero para mí lo fue en el sentido de que estoy trabajando en otra novela, por lo tanto, fue como un ejercicio de escritura. Además, fue un desafío a la disciplina, pues los dos primeros relatos nacieron como una pulsión literaria y luego me di cuenta de que había una esencia que los nucleaba, que era el tema de la migración.
– ¿De qué forma influyó tu ausencia del país?
– Yo experimenté lo que es estar en otra cultura, lo que es sentirse dañado y hacer daño, porque cada emigrante que llega lo hace con sus propios genomas y su lenguaje, de ahí que se producen lo famosos shocks culturales, que los experimenta tanto el forastero pero también el que te recibe.
El hecho de vivir en un ambiente en el que tu estatus se convierte en algo relativo es doloroso. Por eso me interesó trabajar ese dolor, al ver cómo el emigrante encara sus necesidades. Tukzon no es un libro sociológico ni psicológico, es una obra en la que experimentas la libertad a través del dolor.
Para mí fue genial estar enajenada, es decir, no ser la Giovanna de antes, estar fuera de mí. Fue una oportunidad literaria muy importante.
– ¿En qué género se enmarca tu libro?
– No pertenece a un género en particular, es una especie de novela híbrida. Sin embargo, es uno de mis libros más literarios porque en él hay un desapego, un trabajo apasionado, pero también sin pasión. Estoy haciendo un objeto literario y quiero que funcione, que sea inteligible.
– ¿Cómo se definió el hilo conductor de los relatos?
– El libro parte de un viaje, por eso inicialmente quise llamarlo Viaje a Broadway, que me pareció un título más irónico que el final. Habla de un personaje que llega a Nueva York con la ilusión de triunfar en Broadway; sin embargo, sus sueños sufren mutaciones, por ello incluyo un guiño a la ciencia ficción, pero es solamente un guiño, no es una ‘Hard Science Fiction’, que es un género que me interesa abordar más delante. Por lo pronto tengo esta especie de parodia sobre la extrañeza de un mundo que no es tuyo y que te puede hacer pensar que estás viviendo una ciencia ficción. Este personaje realiza una travesía en busca de sus sueños y se encuentra con gente que en el fondo es mutante. Me gustó incluir eso, como una especie de grotesco de la ciencia ficción.
– ¿Funciona también de esa manera la estructura de la novela que preparas?
– Sí, pero posee una estructura más clásica y los personajes se salen del centro. Los escritores del siglo XXI están encarando sus obras de esta forma, no sé si llamarlo una dificultad, un síndrome o un temperamento, pero creo que todo está relacionado, todo es colateral. La cultura está experimentando más que nunca en la historia un proceso de transculturación violento, terrible y emocionante que se refleja en la literatura.
Esa estructura clásica soñada del siglo XIX no ha perecido, el escritor va a querer seguir escribiendo ‘la gran novela de la historia’. Pero creo que el escritor del siglo XXI está muy emocionado con la posibilidad de trabajar con personas que ya no tengan que someterse a la trama, sino que puedan desarrollar sus propias fugas. Esto es lo que estoy explorando en la novela que estoy escribiendo. Hasta ahora he trabajado mucho en la intensidad, que en la literatura es algo que me fascina para escribir y para leer.
– ¿Percibes también esa intensidad en los nuevos escritores nacionales?
– Hay búsquedas muy individuales y distintos niveles de intensidad. No creo que a todos les interese trabajar con la misma intensidad, pues hay escritores cuya obsesión literaria está en otros lados. Hay diversos tratamientos de los personajes y distintas preocupaciones literarias, pero hemos confluido en el deseo de crear objetos literarios que circulen y funcionen, cuya inteligibilidad sea alta, ya no con ese nihilismo encriptado que hace decir al lector: “Esto parece literatura, pero no le entiendo nada”. Se trata de hacer una literatura inteligible, un ejemplo de ello son los relatos muy limpios y minimalistas de Maximiliano Barrientos, de Rodrigo Hasbún, de Róger Otero y otros más.
– Tomando en cuenta que afuera hay muy pocas referencias sobre la literatura boliviana actual, ¿deben los nuevos escritores nacionales apuntar a una literatura más global?
– Sí, porque cuando en el exterior me dicen que han leído autores nacionales, la opinión que obtengo es de asombro. Muchos de los que se muestran sorprendidos me dicen: “No sabía que en Bolivia se escribía ‘modernamente’, ni que había literatura urbana”. Por eso me parece importante superar las barreras, demostrar que no somos puro exotismo, que lo exótico lo podemos seguir explotando pero no es lo único que tenemos. Considero que se está haciendo una literatura global, lo que nos falta es formar parte de los circuitos.
– ¿Al decir literatura urbana no se sigue menospreciando el alcance de nuestros autores?
– A fines del siglo XX, el tema de la ciudad era toda una categoría que influyó en la clasificación de la literatura, pero creo que decir ahora que una literatura es urbana es quedarse con poco, pues incluso si se ambienta una novela en el campo seguirá siendo urbana porque la relación campo-ciudad ya no se puede dividir. Hoy en día se habla incluso de literatura de frontera, que es donde yo ubicaría mi libro, por el cruce de culturas, los costos de las migración en los hijos y las crisis de autoestima cuando un familia se divide. Yo creo que se podría hablar hasta de una literatura de despedida.
– Muchas veces manifestaste tu molestia por haber quedado encasillada dentro del género erótico. ¿Te sigues preocupando por alejarte de esa categorización?
– Hubo un momento en el que me molestó. Yo dije hace un tiempo que si se hacía una estadística de mis trabajos, resultaría que tengo un 40{1daedd86537fb5bc01a5fe884271206752b0e0bdf171817e8dc59a40b1d3ea59} de literatura erótica y un 60{1daedd86537fb5bc01a5fe884271206752b0e0bdf171817e8dc59a40b1d3ea59} de obras que son otra cosa. Toda esa polémica surgió a partir del impacto en los lectores a los que le interesaban esa lectura. Fue una combinación de mi propuesta y el interés de la gente por ella. Cuando pude distinguir eso de una manera más desapegada, dejó de molestarme.
Yo comencé a publicar literatura erótica cuando en Santa Cruz empezaba a florecer el auge cultural. En ese entonces todo lo relacionado con el erotismo se sobredimensionó y muchos se enfocaron sólo en esos destellos genitales que brillaban. Me sigue interesando la literatura erótica porque el erotismo es un territorio de fuerzas. Siempre lo ha sido.
– Partiendo de estos antecedentes, ¿cómo catalogas nuestra sociedad?
– Una característica que yo percibí aquel tiempo en nuestra atmósfera era una asepsia moral que me hería. Eso escondía algunas cuestiones, por ejemplo: ¿por qué tenemos que ser tan políticamente correctos en el lenguaje o en la forma de vestir? Estas cosas yo las experimenté cuando publiqué Las Camaleonas y los relatos de la colección Medusa de Fuego. Posteriormente, a la crítica le costó analizar y aproximarse a mis textos, sin mencionar el erotismo. Eso empobreció la lectura.
Pero, por otro lado, también extrañaba nuestro descaro cruceño, lo cosmopolita que se encuentra acá. En Santa Cruz está la noche más profunda y la posnoche. Aquí esta todo, por lo tanto, por qué autodenominarnos conservadores. Creo que se trata de un problema de autoestima y este nuevo episodio de la historia regional me parece fundamental, porque nos va a ayudar a renovar todas las corrientes culturales del país.
– Tu libro aborda un tema social muy actual como es el de la migración, ¿te interesa escribir específicamente sobre la situación política del país?
– En ‘Tukzon’ puede que haya rasgos de temas políticos. No lo he hecho premeditadamente, aunque no quiere decir que me corro de lo político. Si en algún momento siento el deseo de escribir una novela o una colección de relatos de corte político, lo voy a hacer. Por ejemplo, la novela que estoy escribiendo es un caso policial que se ambienta en Montero y me divierte mucho porque es una sociedad que conozco muy bien. La trama se desarrolla a fines de los 80, cuando aún se vivía el auge del narcotráfico; entonces, al ser una historia policial también he tenido que incluir lo político, porque el misterio también está en quién encubre y quién revela.
– Evo Morales se ha vuelto atractivo para muchos escritores, sobre todo en el género biográfico, pero también se lo ha abordado desde la ficción. ¿Cómo ves esta figura?
– Creo que Evo Morales es parte ya de nuestro imaginario. Es como Obama en el imaginario estadounidense, es decir, más allá de todo lo que pueda ocurrir, ha sellado un pulso de la historia. Sin embargo, sería un poco apresurado para mí decir si me interesa incorporarlo en mi literatura porque la cercanía te puede conducir al equívoco.
Yo creo que Evo Morales va a ser abordado en algún momento desde la ficción de manera magistral, pero considero que el arte necesita de un tiempo más de desencantamiento. Quién sabe de aquí a 10 ó 20 años vamos a encontrar transgéneros que aborden la vida de Evo Morales.
– ¿Hablaríamos entonces de un antes y un después de Evo Morales en la literatura boliviana, como ocurrió en Estados Unidos con el 11 de septiembre?
– Bueno, las Torres Gemelas ya han generado un antes y un después en la cultura mundial, pues a partir de allí ha nacido una nueva periodización literaria, que nos ha afectado a todos. Ahora el desafío de los escritores es la revisión de las periodicidades, porque la historia oficial hace un análisis a partir de las crisis económicas, pero el escritor puede tener otra sensibilidad que le permita encontrar distintas marcas.
Fuente: www.eldeber.com.bo