06/16/2014 por Marcelo Paz Soldan
El oficio de cartografiar la inmensidad: Entrevista a Gustavo Cárdenas

El oficio de cartografiar la inmensidad: Entrevista a Gustavo Cárdenas

gustavo2

El oficio de cartografiar la inmensidad
Entrevista a Gustavo Cárdenas poeta y narrador boliviano
Por: Cecilia Romero

Comenzamos este diálogo con Gustavo Cárdenas (Vallegrande, 1961) hace mucho, corrían los noventa y en una de las noches en el valle cochabambino, cuando visitaba la ciudad para presentar Las Hojas de la Madera (Nuevo Milenio, 1998), un libro de poemas que me hablaron de forma entrañable de presencias que se mueven en el silencio de mares calmos, lugar donde se celebra el encuentro y donde las palabras que nombran cosas parecen reinventar su esencia. Poemas donde las dulcineas compartieron sábanas y días de manos como mariposas que se abren inciertas son ahora todas las dulcineas que fuimos y las manos serán siempre nuevas.
Gustavo, además, es autor de Volver al agua de los sueños (2002), Desapariencias (2003), Andamios (2005, 2ª edición), Las hojas de la madera (1998) y Con versos (2011).
Luego, por azares benéficos que la vida proporciona, tuve el buen augurio de compartir momentos de magia, cuando por esos encuentros que la poesía permite, viajamos al Primer Encuentro Internacional de Poesía en la Ciudad de los Anillos (Santa Cruz 2014) y pudimos contarnos algo de nuestras vidas recorriendo en un bus el deslumbrante paisaje rumbo a Samaipata.
¿Qué relación tienes ahora con Vallegrande, tierra donde naces?
Es una relación muy íntima, no olvido que es mi patria de la infancia. Es un lugar sin límites un océano de memoria.
¿Cuál el acto inaugural que hace que descubra el amor por los libros y por qué te interesó la literatura y, en especial, la poesía?
A los pocos años de vida en la biblioteca de mi abuelo, encontré el tesoro de los libros, entré en ese universo y me siento feliz de no encontrar la salida. Si bien es cierto que la narrativa me hace vivir mil vidas, la poesía me alimenta en esa travesía.
¿Recuerdas ese primer libro de poesía, el primero que leíste?
Versos sencillos de José Martí.
¿Puedes hablarnos de la experiencia Ventana al Cuento?
Con mi amigo mayor, Juan Simoni, emprendimos del 90 al 92 la aventura, cual Maqroll el Gaviero y Abdul Bassur, de realizar un taller de narrativa a distancia a través de un matutino local. Fue una experiencia maravillosa, el mejor cuento que nos llegaba en el mes es publicado. Recuerdo que el primer cuento que publicamos pertenecía a Giovanna Rivero. Aunque no era la regla los participantes acaban publicando, tenemos algunos autores que emprendieron esa insensata tarea, es muy gratificante saber que les contagiaste ese virus sin antídoto posible, es decir sin remedio.
¿Cómo vives con la nostalgia y cuál tu relación con la memoria?
Es una convivencia con armonía, con esa otra patria llamada nostalgia, con la memoria es una relación de tolerancia cero, implacable. No concibo el olvido, la memoria me recuerda que aún estoy vivo.
En su obra está presente el agua, la selva, la madera, el aire… ¿esa es la materialidad que toma la saudade?
Creo que está presente no una saudade sino la celebración de poder habitar en este planeta.
¿Tu lenguaje poético celebra los mecanismos de la brevedad?
Sin duda alguna, aprendí o pretendo aprender el oficio de la palabra precisa, quizá en ello está la brevedad de mi poesía.
¿La palabra precisa acude cuando la llamas?
Sostengo que en ciertas ocasiones las palabras se esconden, y ahí está el obstinado en encontrarlas. Siempre aparecen.
¿Tienes algún libro favorito, que acompaña momentos vitales, ese que se tiene en la cabecera de la cama?
Las flores del mal de Baudelaire.
¿Cuál es tu mirada sobre los escritores más recientes?
Como diría hace muchos años Gabriel René Moreno, hay muchos entusiastas en la poesía, y existe una carencia en esa combinación perfecta en oficio, lectura y escritura.
¿Qué esperas de Gustavo Cárdenas?
Llevarme un poco mejor con él, es decir, exigirle mejores poemas que justifiquen su paso por este planeta.
————
Y en su paso por este planeta, Cárdenas nos deja poemas como El visitante.

las hojas de la madera

Desde el Olimpo
y sin escalas
un dios desaliñado
vino a verme;
compartimos
el domingo
con café
fútbol
y anaqueles.
En la noche
leyó mis poemas
y se marchó
sin decir nada,
como todos los dioses.
Fuente: Ecdótica