10/19/2020 por Sergio León

Del blog, su epitafio

Por Paul Telleria

Según el Diccionario de la RAE, un blog es un “sitio web que incluye, a modo de diario personal de su autor o autores, contenidos de su interés, actualizados con frecuencia y a menudo comentados por los lectores”. Para mí, y otros blogueros, durante un tiempo fue más que eso.

El 3 de septiembre de 2005, un grupo de activos jóvenes autodenominados “blogueros” bolivianos organizaron el primer encuentro de autores de blogs bolivianos llamado “bloguivianos”; el grupo no llegaba a las 50 personas y era una muestra representativa de los más de 500 blogs bolivianos. Días antes de la “juntucha”, Ángel Caido XXX, un activo bloguero, afirmaba con entusiasmo: “Son más de 600 Bitácoras Bolivianas registradas”. A la fecha, muchas de ellas son diarios personales  abandonados en el ciberespacio. Uno de ellos es el mío.

Emocionados y de ch’aki, menos de 50 blogueros acudimos al encuentro en un café que ya no existe junto a la Iglesia de San Francisco. Eran otros tiempos, Facebook no había copado las redes sociales. Yo estuve poco tiempo en esa reunión, pues un día antes habíamos tenido un encuentro con otros compañeros, que se llamó “Fricacho bloguero” en un boliche de la Plaza España. Los seis que acudimos a esa cita, luego de romper el hielo, decidimos emborracharnos, y como buenos blogueros, hicimos una bitácora del encuentro.

Algunos de los asistentes al primer encuentro Bloguivianos, realizado en Santa Cruz. La mayoría hoy son escritores con varias publicaciones.

A diferencia de Facebook, uno seguía a bloggers no a personas. Detrás de cada bloguero existía un espacio virtual creado con más entusiasmo que buena escritura; esa era la puerta al mundo de los intereses del autor. Literatura, periodismo, arte, cine, cocina, hasta turismo y economía eran temas recurrentes de los blogs, al menos de aquellos que formaban parte de mi red personal. También estaban los intimistas: diarios personales que en un formato más periodístico permitían al cibernauta compartir con la comunidad de blogueros las penurias y alegrías de su día a día, las peleas con el novio o la novia o incluso los secretos más íntimos.

Un bloguero que seguía más de 20 blogs o cuyo propio blog aparecía en la lista de al menos otros dos se podía considerar exitoso. La relación entre blogueros no se medía por el número de seguidores, como pasa hoy en día en Facebook, Twitter o Instagram. Quien era bloguero hace 15 años, seguía a un selecto grupo de blogs de gente que escribía sobre temas que reflejaban intereses comunes. El bloguero de ayer es el feisbukero de hoy y pasó de ser selectivo a llenarse de seguidores. La mayoría de los escritores que antes alimentaban un blog escriben en Facebook y, en promedio, tienen más de 2.000 seguidores de los cuales no conocen en la vida real ni al 10% por ciento.

Ser bloguero era formar parte de una comunidad que trascendía el plano virtual. En La Paz, el año 2005, la red de blogs de gente que escribía crónica, narrativa, ensayo o poesía rondaba con éxito las 20 personas. Éramos como un grupo de cuates, cada uno con su pasquín o revista de literatura virtual. Escribíamos lo nuestro y de tiempo en tiempo nos juntábamos para compartir ideas y experiencias en el mundo real. En un  bar o una pizzería, solíamos reunirnos para reír de los últimos escritos del otro o confabular en conjunto proyectos creativos. De aquellos encuentros salieron proyectos maravillosos como los “lunes de literatura en vivo” del ETNO Café.

Surgía el encuentro. Poeta y cronista trascendían el ciberespacio y, después de alguna batalla entre vinos y sábanas, planeaban, al calor del romance, la construcción de proyectos literarios o un blog administrado comúnmente. Como era de esperar, en la mayoría de los casos, todo el entusiasmo se evaporaba al día siguiente y quizás uno de los dos escribiría algo nostálgico sobre el encuentro.

También se tejieron amistades, complicidades. Personalmente, recuerdo el encuentro con el bloguero urbandino Willy Camacho (el “Estido”), quien, por cierto, seguía la imberbe poesía virtual en mi blog “Rodeado por la noche”. Después de un año de seguirnos mutuamente, nos encontramos casualmente en un bar y fruto de ese encuentro nacieron proyectos y un vínculo de letras que continúa hasta la fecha. Así nació Urbandina, un blog grupal en el que participamos varios de blogueros que con pasión escribíamos a la ínclita La Paz bajo el lema acuñado por el Estido: “La Paz, desde su nombre, es ficción”. Urbandina quizás fue el blog literario paceño más exitoso y un buen intento de revista literaria virtual que llegó incluso a organizar un concurso internacional de relatos breves.

Luego de 15 años aún mantengo mi blog, pese a que mi última publicación fue del 24 de junio del 2017 y el último comentario que recibí fue hace 5 años. En el presente es una especie de diario virtual y un repositorio de textos, al que, de tiempo en tiempo, ingreso para encontrar algo interesante que vale la pena rescatar y reescribir.

Ser bloguero era ser parte de un colectivo, un grupo de personas que habían logrado mantener un vínculo en la vida real. Aprovechábamos una herramienta gratuita, usualmente bajo el dominio blogspot (hoy en día WordPress ofrece blogs más elegantes, versátiles y profesionales); lo nuestro era básico, artesanal, podíamos poner fotos y cambiar de color el fondo y la letra, también organizar nuestros textos con etiquetas temáticas y los más capos personalizaban a la derecha la lista de blogs seguidos. El blog era una excusa para que tus textos llegaran a mucha gente sin necesidad de ser publicados en papel, y un espacio para quienes no tenían cabida en los suplementos literarios de la prensa local.

Ser bloguero me dejó amistades y vínculos de letras con quienes hasta la fecha mantengo relación. A riesgo de pecar de omisión, menciono alguno de ellos: Edmundo Paz Soldán, Santiago Roncagoglio, Liliana Colanzi, Mariana Lacunza, Mariana Ruiz, Daniela Renjel, el Willy, amigo hasta el día de hoy, y a otros blogueros avezados que ladran fuerte todavía fuera de los blogs, como el Perro Rabioso, que aún muerde, pero esta vez con palabras. También me dejó contacto con lectoras y rockeras, como Vero Mendizabal o Karen Abularach, y con un pensador alteño que rescató en su blog la obra de Fausto Reynaga, el apreciado Lucian de Silenttio.

En La Paz, los encuentros blogueros tenían mucho de bohemia.

Alguien diría que Facebook mató a los blogs, yo creo que los blogs fueron olvidados por blogueros que se volvieron twitteros o feisbukeros, que es diferente. Los blogs siguen existiendo y siguen vivos. Se han reinventado e incluso hoy en día muchos los usan para crear publicaciones que transmiten noticias falsas. De vez en cuando me dan ganas de postear un texto en mi viejo blog, aunque sé que nadie lo comentará; en todo caso, para mí es como escribir algo en mi diario.

Los blogs son bitácoras inmortales que están ahí flotando en el ciberespacio. Hace unos meses, cuando estaba a punto de descargar todo lo publicado en mi blog y pasarlo a mi computadora, me escribió una chica de 20 años por Facebook y me dijo: “Busqué en Google ‘escritores bolivianos’ y llegué a tu blog”. Citó un viejo texto, lo puso en su Facebook y el mismo recibió 5 me encanta y 8 me gusta, lo cual, en tiempos de blogspot hubiera sido un éxito total con la diferencia de que las interacciones se medían en comentarios de otros blogueros y no en emoticones.

Mi Blog permanecerá como la memoria virtual de 12 años de crónicas, bitácoras, cuentos, ensayos y cuanta cosa se me ocurrió escribir. Quizá tomando prestada la canción de Barón Rojo, los blogueros nos vayamos al infierno, no sé. Pero sí sé que mi blog seguirá ahí cuando muera, como basura ciberespacial, como el epitafio de una época donde importaba más la comunidad con nombres y caras que la red social llena de anonimato.

Fuente: Revista Rascacielos