11/18/2008 por Marcelo Paz Soldan
Cuento: La pareja

Cuento: La pareja

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La pareja
Por: Rosse Marie Caballero

La mujer se desperezó, encendió un cigarrillo y lo llevó a los labios. El humo fustigó al amante y éste dijo:
_ Si quieres morir, mátate sola – y se incorporó-.
Los platos sucios de la cena de noche anterior deslucían la mesa del comedor. Él los recogió y se puso a refregarlos. Preparó el café y lo llevó hasta la mujer que permanecía en cama. Luego, recogió el periódico del día, lo leyó a medias y lo entregó a la mujer que continuaba en el lecho.
Sonó el timbre del teléfono y él contestó.
_ María Susana, es para ti.
La mujer suspiró. Un brevísimo diálogo y colgó.
_ ¿Quién era? –preguntó-.
_ ¿Acaso no le tomaste el dato? –respondió ella-.
El hombre no insistió porque sabía que ella soslayaría las respuestas. Prefirió no discutir. Recogió la taza de café y la enjuagó. Seleccionó el traje que su mujer llevaría puesto para ir a la oficina; pero, ella le replicó. El hombre terminó por aceptar la sugerencia de la mujer. Definitivamente, el traje gris le vendría mejor en aquella mañana triste y húmeda.
La dama se incorporó, hizo diez flexiones (el día anterior fueron ocho, el siguiente serían doce). Tomó un baño, se vistió frente al mismo espejo de siempre. Aquél que no cambiaban desde que se habían unido en unión libre y absolutamente voluntaria, sin ataduras de ninguna clase; excepto, cumplir cada uno con el rol que le correspondía.
El hombre llamó al mismo radiomóvil de siempre y ella se despidió con un beso en la barbilla, no sin antes dejar el dinero para el resto del día.
_ A mi retorno hacemos el amor… -le susurró al oído-.
El teléfono sonó otra vez. Era el jefe del bureau. “No, ella no está, ya salió”.
El hombre limpió la casa, acomodó el dormitorio, lustró los pisos, puso la ropa en la lavadora, la colgó al sol y casi preparó el almuerzo cuando escuchó el mensaje del contestador automático: “No puedo ir a casa ahora, tengo un almuerzo de negocios. Mi jefe llamó para recordármelo, pero yo había salido ya. Perdona”.
Almorzó solo como casi siempre. La idea de verla en la noche lo reanimó y comenzó a pensar en qué cocinar para la cena.
Se fue al supermercado con la misma ilusión de siempre.
*2º Premio Concurso Nacional de Cuento
“Walter Paz Méndez”, Santa Cruz, Bolivia, 1998

Fuente: Ecdótica