11/13/2008 por Marcelo Paz Soldan
Cuento: Hija

Cuento: Hija

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Hija
Por: Christian Jiménez Kanahuaty

La madre vio a su hija acercarse y recordó que le tenía que hablar de algo que había estado postergando durante semanas. Su hija tiene quince años y goza de buena salud, es bonita y su cuerpo esta empezando a adquirir la forma adecuada. La madre empieza por un rodeo, le comenta que la leche ya no cuesta dos veinte como antes y que el tomate y la carne están subiendo cada día y que hay poca papa en el mercado. Eso a su hija no le importa mucho y en muchos sentidos no entiende por qué su madre le está diciendo todo eso, si ella ya lo sabe. Su madre le explica que su trabajo no es difícil, que consiste en hacer felices a los hombres y siempre estar dispuestas a escucharlos, ya que ellos pagan por ser escuchados; incluso pagan para sentirse queridos por unos minutos. Ahora su hija no entiende nada. Ella siempre creyó que su madre regentaba un hostal, pero ahora empieza a entender que esa no es realmente su tarea en dicho lugar. Su labor es otra, y su hija acaba de imaginarla en los pliegues que se forman en los párpados de su madre que empieza a contener las lágrimas que quieren salir. Le dice que se tiene que depilar, que tiene que pintarse los labios y que debe hacer algo con su cabello, no puede tenerlo suelto y enmarañado todo el tiempo. Le cuenta que ha quedado con el dueño del lugar. Que su ingreso será el próximo viernes, un primer viernes como debe de ser, y que hasta entonces ella se encargará de enseñarle todo lo que los años y los hombres le han inculcado en su cuerpo y en su memoria. Una vez más le repite que el oficio no es difícil, que al principio duele, pero que luego de los días es como un simple ardor. Le dice que la clave es no dejarse besar ni tocar mucho por ellos y menos aún debe de involucrarse en los problemas que ellos le cuentan. Dice que puede pensar en otras cosas mientras ellos hacen lo suyo, que así será más fácil. Su hija entiende todo y por primera vez en su vida, escucha a su madre con atención y cierto respeto. Se da cuenta que su madre no es ni remotamente la más bonita del lugar pero comprende que sólo ella puede enseñarle todo lo necesario para sobrevivir en ese lugar. Se queda quieta y espera a que su madre se levante para que así ella pueda hacer otra cosa. Su madre sólo alcanza a darle un abrazo. A los pocos segundos ella siente en el cabello de su madre todas las horas que ha pasado en otras camas.
Fuente: Ecdótica