08/17/2007 por Marcelo Paz Soldan

Carta a Daher de Buby Gonzalez

Carta a Daher de Buby González
Estimado Gary:
Hasta hace poco tiempo te conocía como poeta, rama de la literatura a la que respeto, pero que a partir de mis 18 años y mis primeras cortejas de carne y hueso (a menudo más hueso que carne), cambié por la redacción de epístolas, lecturas filosóficas y de comportamiento social, además de matizarlas con historia universal por aquello de la famosa “cultura” e intelectualidad que le endilgaban a uno, yo con mis ojotes grandes que me hacían sospechoso de inteligente y candidato seguro a intelectual, calificativo que siempre rechacé por sus reminiscencias a tufillos de bocas mal lavadas y calcetines excesivamente usados.
Pues bien, estimado Gary, me sorprendió como a muchos, tu nuevo rol de crítico literario junto a algunas de tus afirmaciones y por qué no decirlo, tu constatación de la increíblemente magra producción literaria local, que según tus indagaciones, en el mejor de los casos se había extendido sólo a Marceliano Montero y Raúl Otero Reiche, además, por supuesto, de la producción actual –que en calidad y cantidad- es posible gracias a la presencia de gentes que como vos, son también inmigrantes confesos, enamorados de esta hermosa tierra. Afirmaciones que atribuí a la historia oficial y a algún efecto colateral de don Avelino Siñani a quien le arrancaron los ojos y le cortaron los dedos para que no lea ni escriba, cosa que por alguna razón desconocida, también podría haberse repetido aquí en Santa Cruz con el consiguiente pavor provocado entre los aprendices locales a literatos. De allí la carencia de obras y producción local.
Me eduqué, al igual que otros de mi generación, leyendo libros de texto en los que la “ll” venía de Illimani, conocí a Manco Kapac y Mama Ocllo y ni por encargo encontré en mis primeras lecturas de textos oficiales la gesta de Andrés Ibáñez, el memorando de 1904, mucho menos que la primera imprenta oficial se instaló en Santa Cruz en 1863 y que ya desde 1862 don Manuel María Caballero, autor de “La Isla” -según muchos entendidos la primera novela boliviana-, dirigía en Sucre el periódico “Aurora Literaria. Todo esto me llevó a la conclusión de que no te movía la “mala leche”, sino alguna displicente desprolijidad rara en vos, pero presente en tu artículo de marras.
Claro, las cosas y los amigos son fuentes permanentes de sorpresas y junto al contenido de tu crítica, tuve que dudar del por qué cuando ejercía como Director Ejecutivo de la Casa Municipal de Cultura “Raúl Otero Reiche”, recuerdo haber alardeado ante más de uno, que durante un año se lograron presentar más de 500 libros, o sea, una media de casi dos libros por día, incluidos los domingos, feriados y días de guardar. Claro, ahora sabemos que es contribución de los inmigrantes. Pero es también sorprendente la celeridad con que tu artículo de crítica fuera publicado en La Prensa paceña. Hecho que me obligó a sentarme para escribirte con la prontitud requerida tratando de contemporizar tus omisiones con las seguramente punzantes que tu artículo podría provocar entre los poco pacientes amantes de nuestra producción cultural local.
Como ya he expresado, en un primer intento apelé a tu condición de paceño, por lo tanto producto de tu propia historia, sociedad particular y cultura específica, pues el haber vivido algunos años en tu ciudad natal ya me había puesto sobre aviso de que no es posible comprender a Bolivia si no es desde la ciudad del Illimani, desde donde se atisba al mundo por la estrecha hendija que dejan los cerros de la Cordillera de Los Andes. Si algo no pasa por ese espacio, simplemente no vale la pena ser considerado. Hasta allí llegaron mis ímpetus de respuesta pues no es fácil hacer entender a la gente que nosotros los cruceños somos “provincianos” (Mesa dixit), “ignorantes” (García Línera dixit) y varias otras lindezas simplemente por no ser paceños de pura cepa y por lo tanto “nashional”. Acostumbrado como estoy, a escuchar que todo lo bueno viene de esos lares y de su gente, mal podría yo anexarme a una opinión visceral que te culpase individualmente de reduccionismos culturales congénitos. Después de todo, en esas alturas comulgan la idea que mientras sus prohombres se dedicaban a construir la patria, produciendo literatura entre otras cosas, nosotros nos encargábamos de dilapidar los beneficios de la riqueza de Potosí, de las minas de Estaño y mientras nuestros albaceas y administradores, los Barones del Estaño, hacían y deshacían con cuanta cosa positiva se pudiese lograr en el país, los cambas estábamos dedicados a la singular tarea de construir la oligarquía. ¡Menuda sociedad parasitaria la cruceña!. De manera que interrumpí mi respuesta escrita para hacerte conocer mis opiniones personalmente y hacer el sana sana con tus bravos lectores locales que sólo se trataba de un leve efecto de las deformaciones propias de la historia oficial jamás revisada.
Sin embargo, el famoso cabildo paceño me hizo retomar la pluma porque, de repente se cayeron las capuchas y surgió la desnudez del rey en la soberbia de la autopista alteña. Ahora bien, estimado Gary, quisiera saber en mi condición de “provinciano”, como nos llamaba el inefable sabio universal paceño Carlos D. (DIEGO) Mesa, historiador y opinador de oficio, ex presidente y candidato a “Yo, El Supremo” roa batistiano, y de “ignorante” según la definición afeminada de Don Álvaro García -por supuesto que con la carga de “neoliberal”, “oligarca” y otros etcéteras-, ¿sobre qué parámetros se puede uno basar para decir si hubo o no mayor o menor producción literaria en una sociedad? ¿Por lo que olvidamos a propósito o no reseñamos por desconocimiento? ¿Por lo incluido como producción según el criterio de quienes elaboran las listas y los títulos desde la visión oficial de la cultura? ¿Sobre la cantidad de volúmenes escritos? ¿Leídos quizás? ¿Publicitados al menos? ¿Conocidos afuera? ¿Calidad de lo impreso?.
Lo cierto, Gary es que más de uno ha quedado con una roncha y lo menos que he escuchado decir es que sos un colla resentido e ignorante. Cosa que en lo personal no comparto, primero, porque no existen collas ignorantes (lo aprendí durante 3 años y medio de vivir en La Paz) y segundo, porque la historia oficial reseña que la única producción literaria, política, artística, filosófica y cultural en general, se realiza en “las alturas” (no en el cielo, pero bastante cerca). Es lo “nashional”, lo genuino que mezclado con lo “originario”, constituye el verdadero crisol de lo boliviano. Tampoco puedo aceptar que se te imponga el mote de resentido. Lo paceño es auténtico, loable, unificador, lo demás es monte y culebra que sigue sirviendo, al menos desde la perspectiva de su cualidad, como el lugar donde “se confina a purgar destierro y pagar sus culpas en las inhóspitas tierras de Mojos y Chiquitos” como se sentenciaba hasta no hace mucho tiempo a los reos de turno.
El cabildo abrió el telón sin que los actores hubiesen tenido tiempo de acomodarse el vestuario y sólo dejaron claro que buscaban convivir o sobrevivir con el nuevo poder originario, centralista en una simbiosis de objetivos para vengarse de los 500 años de historia colonial que les “debemos” el resto del país a los unos, mientras los otros esperan seguir siendo indispensables en el manejo del centralismo burocratizado después de 108 años de acumulación de know how. No hay pues resentimiento, sino el justo cobro de una deuda. Derecho propio. Así lo ven ustedes porque así siempre lo han visto. ¿Cómo pues no aplicar esta visión en algo tan baladí como la producción literaria de los cambas?. Creo que así se comprende cabalmente tu posición de crítica a nuestra literatura local. No podría ser de otra forma pues no se pueden pedir peras a los olmos, ¿verdad?
Pero entre nos, Gary, ¿por qué los organizadores del cabildo paceño no instituyeron como slogan “con la teta no se meta” en vez del inocuo “la sede no se mueve”?. ¿No hubiera sido más sincero?. ¡Cuánta consideración para con nosotros los de mente de alasitas!.
Un fuerte abrazo.