04/18/2007 por Marcelo Paz Soldan

Andes ateos

Andes ateos

Por Rodrigo Antezana Patton

 

Hace poco tiempo tuve la oportunidad de ver la película “Amargo Mar” de Antonio Eguino, como señalaba un amigo—muy apropiadamente—la película funciona como docu-ficción y logra transmitir la idea histórica que la motivó, la pérdida del litoral boliviano se convierte en una equivocada artimaña de intereses egoístas en vez de la torpe derrota de un pueblo en jolgorio. Su más reciente filme, “Los Andes no creen en dios”, tiene en común la mirada al pasado. Ahora no se trata de una tesis histórica, la inspiración de la película son dos cuentos y una novela de Adolfo Costa du Rels, menuda ambición. El cine se presta muy bien para adaptar cuentos, pierde bastante cuando se arrima a las novelas, unir nada menos que tres narraciones en una es un proyecto muy ambicioso. Tal vez, demasiado.

Con algún que otro ‘pero’ a detalles (se bambolea el tren, no se mueve. Se quema la casa, con Photoshop. Etc.), “Los Andes” es una película muy bien lograda. Hablo de un sonido claro de principio a fin, no se pierde un diálogo, no está ausente el ambiente. La iluminación de cada escena; aunque uniforme, deja una imagen clara, inclusive de noche. Una mención especial, y realizada de pie, se debe hacer a la reconstrucción histórica de los diversos lugares que los personajes visitan: la Terminal de Uyuni, el prostíbulo, los vistazos a la ciudad de esos años, son de lo mejor que ha visto el cine boliviano. Ah, y no debo olvidar mencionar a la locomotora y los vagones.

Entre los artistas que participan en la cinta encontramos al peruano más famoso del cine boliviano (sin que esto se deba interpretar como un resentimiento chauvinista, es una inevitable broma, nomás), Diego Berti, en el papel de Alfonso Claros, una alusión al autor de la novela, Adolfo Costa. Su interpretación, una vez más, es sólida, con soltura y encanto. Es fácil creer que él está en la pantalla, no como persona sino como personaje. Un aplauso especial debe ir al famoso Milton Cortés, cochabambino honorario, cuyo timbre privilegiado le permitió lanzar dos sencillos de mucho éxito en los años 90. Actor de telenovelas, series y “Jonás y la ballena rosada”, Milton tiene más que suficiente experiencia para dar la talla necesaria y encarnar a Joaquín Ávila con realismo. El filme también nos muestra que no ha perdido un ápice de su talento de cantante. La presencia femenina más destacada es Carla Ortiz, no sólo por su belleza, también por razones histriónicas y narrativas. Ella es Claudina Morales, la que corrompe a los hombres. La historia le otorga suficientes diálogos como para exhibir su talento; y esto no lo digo con doble sentido, a diferencia del resto del elenco femenino ella consigue presentar un personaje.

También están muchas otras caras conocidas; y no tanto, del teatro nacional, que suelen aparecer en el cine. Está Jorge Ortiz, lo que no será una sorpresa para nadie. ¿Dónde no ha estado este actor? Su filmografía y la del país casi están a la par. En “Los Andes”, Ortiz será Genaro, el catador de minerales. Asoma su rostro el actor y aparece el veterano aventurero de la montaña. En cuanto al resto del elenco, de otorgarle una oración a cada cual sería, en proporción, más generoso de lo que lo fue la cinta con sus respectivos personajes. Sucede que hay muchos en “Los Andes”, ya que también hay tantas historias. Otorga riqueza a una construcción narrativa el poseer personajes secundarios con personalidad, o siquiera presencia. Ahí están todos: ‘los Smithies’, los muchos ‘gringos’ que visitan la montaña, las mujeres conservadoras, la ‘dueña’ del local, el cura de pequeño pueblo. Muchos personajes, muchas historias.

Un guión puede darse el lujo de ser ambicioso, si esa ambición le abre senderos y lo proyecta a los lejos. Es bueno pensar en abarcarlo todo, es un desafío. Supuestamente, el proceso de construcción iría revelando qué podría narrarse y que no. Ahí están, a pesar de todo, la historia de la misqui simi y de los Andes, junto a muchas otras más. El gran problema, de esta agradable y bien realizada película, es el haber convertido a su personaje principal, Alfonso Claros, en uno secundario. Hay una pregunta para cada presencia (evitando revelar la historia), incluso para los que apenas muestran sus caras: ¿cuál es la tragedia en el pasado de Clota?, ¿encontrará, Genaro, el filón que tanto busca?, ¿quién ha complotado con los Smithies?, ¿está Joaquín enamorado de Claudina?, ¿y qué será del amor que lo espera en Cochabamba? Etc. ¿Cuál es la pregunta de Alfonso? Porque él está ahí, allá, con ella y él, pero la historia, en ningún momento, llega a ser suya.

El gran problema de otorgar a un papel principal el trabajo de lazo entre las distintas historias es que todo le pasa a él, sin que en verdad importe (¿Es suya la mina?, ¿la misqui simi?, ¿qué?). Así, “Los Andes” es un filme que es grato ver, pero nunca logra generar expectativa por lo que va a pasar. Hay un limitado número de escenas que deberán llevar la historia, si ésta historia no es del personaje principal, entonces hay mucho tiempo perdido en el ‘lazo’.

Los bolivianos lamentamos mucho lo caro que cuesta hacer cine, pero un guión es papel y tiempo. Antes de emprender el esfuerzo titánico de convertir el papel en celuloide, los realizadores deberían revisarlo seriamente, ya que es la base de todo el trabajo por venir. El personaje de Joaquín podría haber llevado toda la historia, o Genaro, para convertir a los otros en personajes secundarios, incluyendo al muy bien plantado Alfonso. Se hizo a la inversa y la película pierde por ello. “Los Andes” tiene a favor una técnica cuidada, desde el sonido hasta la iluminación, una reconstrucción atractiva, y un solo gran defecto. ¿Será suficiente para convocar a las ávidas masas de cine boliviano? Espero que sí, pero no sé si será suficiente para satisfacerlos.