09/24/2007 por Marcelo Paz Soldan

Crítica a Contra nadie en la Batalla de Gonzalo Lema

Más allá de la saga familiar
Por: Rosario Q. de Urquieta

(Un análisis de la novela de Gonzalo Lema Contra nadie en la Batalla, según la autora, la obra desarrolla temas que confirman la preocupación recurrente de su autor: el hombre, su existencia, su propia historia, el amor, la soledad, el país, su historia, la política.)
Contra nadie en la Batalla, así titula la última novela presentada al público lector por el escritor Gonzalo Lema. De entrada el título nos provoca una serie de curiosidades desde una pregunta global: ¿Contra quién?,y son varias las respuestas – preguntas: ¿Contra la vida?, ¿contra el amor y el desamor?, ¿contra los hilos invisibles del destino?, ¿contra un poder político, económico y social?, ¿contra un país que parece inviable?, ¿contra una ideología?, y la respuesta, aparentemente, parece darnos el título de la novela: Contra nadie en la batalla.
La novela está dividida en tres partes: I.- La revolución posible y la vida fallida de Carmen Vargas II.- Martina en el mercado de las flores II.- Benjamín Townsend: biografía de un hombre solo.
La ilustración de portada (quizá desconcertante antes de entrar en lectura) presenta a un infante guerrero gladiador en posición de apronte y defensa, ahí un símbolo interesante y significativo que dará crédito y razón a la fábula que narra la novela.
El autor presenta el contenido de su obra como una saga familiar, pero percibimos (con derecho que tiene cada lector) que la intención va más allá: Lema tantea sobre su piel con alfileres finos, punza y finalmente da el corte para dejar expuesta la carne viva y descubrir ahí el origen, las razones, las causas que impulsaron esa necesidad vital de llevar a la palabra escrita su mundo interior, íntimo, fielmente hermanado con el mundo exterior que le tocó vivir. Pensamos que ése es el móvil que conduce al escritor a eternizar su vida en la palabra, salvarla más allá de la muerte. Por ejemplo en la página 82 de la novela que nos ocupa leemos: “Don Gato no dejaba de decir cosas, frases acuñadas que servían como principio rector para desarrollar una vida útil, para poner en funcionamiento el cacumen, para pensar por cuenta propia: “No te olvides de pensar, de imaginar, de leer de escribir. Había que dejar una huella profunda en la vida, hacer sentir el peso, porque al hombre le daba miedo ser mortal y necesitaba trabajar su inmortalidad para morir tranquilo”, así le habla el Gato a Benjamín, (protagonista-autor).
La novela (en las tres partes) desarrolla temas que nos confirman la preocupación recurrente de su autor: el hombre, su existencia, su propia historia, el amor, la soledad, el país, su historia, la política. En esta obra (sobre todo en las anteriores). Lema comparte su meditación sobre las relaciones que existen entre los problemas del conocimiento histórico y los de la existencia humana en la historia. No en vano se ha dicho que la verdad histórica es una creación continua. Ya Nietzsche observó: que los problemas y necesidades del presente determinan la medida y los límites del sentido histórico y la estructuración válida de la imagen del pasado porque toda vida espiritual necesita saber de sus orígenes y tiene que enlazar conscientemente su presente y su futuro con su pasado.
De tal manera, el tiempo, preocupación siempre moderna, se halla presente en el entrecruzamiento entre la visión personal del mundo (microcosmos) que no nace absolutamente virgen ante los ojos del escritor porque siempre hay otro mundo( cosmos) en medio de la contemplación más arrebatada y el sentido temporal que tiene carácter definitorio.
La ciudad de Cochabamba es el escenario central donde transcurre la historia personal que vive el protagonista y su entorno familiar.( aunque también es de importancia significativa los sucesos de Tarija – Entre ríos) Acciones y experiencias enmarcadas en contextos históricos que van desde 1953 Revolución Agraria, 1964 golpe militar para instalar el Gobierno de Restauración Nacional ( donde empieza la novela), 1967 las guerrillas, golpe de García Meza, la democracia pactada : Paz, Banzer, etc. Sin embargo tiempos, espacios y narraciones, en voces polifónicas, responden a una estructura anacrónica.
Desde el inicio de la novela el protagonista-escritor-narrador enlaza los recuerdos condensados en el tiempo: cada suceso, cada persona lleva el peso que hace posible conservar la huella de lo vivido. En este marco de significación, no sólo Benjamín, sino también la madre (Carmen) desmenuzan con tal detalle las circunstancias vivenciales que nos hacen pensar en la minuciosidad del estilo prousiano. El sujeto narrativo se nos presenta tan verificable que se advierten los elementos etopéyicos del retrato moral de su autor enmarcados en los datos de un profundo realismo: exilio de la infancia (situación medular), vicisitudes, torbellinos, carencias, soledad, amores complejos, mutilaciones psicológicas. No hay invención sin elaboración de matices históricos vividos. Nos encontramos ante la realidad. La política ha roto los destinos humanos, las almas se han perdido por esos laberintos absurdos del abandono, de la ausencia, de la fatalidad. Estas experiencias de frustración, frecuentes en la narración de los hechos, originan las tensiones morales que transitan desde la esperanza perdida hasta la ilusión de asirse a lo más fugaz de la existencia con una fidelidad eterna hacia las cosas perdidas: registro de una lucha nunca acabada. En última instancia todo ello responde a su contexto político y humano que se sostiene sobre esa dialéctica total del realismo.
¿Cuál pudiera decirse que es la ideología de este libro? Más que el drama textual nos interesa la acotación de este orbe humano plenamente contemporáneo y realista bajo los aspectos ideológicos que fue concebido. Esta es una etopeya vitalmente sincera, desgarrada. Su ideología se nos muestra como una toma de conciencia sobre la inevitable como dolorosa trasgresión de los valores.
El andamiaje que sostiene el drama humano es el amor. El amor mantiene esa hermosa tensión entre ilusión, entusiasmo y aceptación resignada. Está el amor como primera experiencia ingenua que crecerá hasta llegar al amor plenamente identificado con la sabiduría que da la experiencia, y que siempre vuelve a la carga porque es a la vez virtud y generosidad (Benjamín, sus mujeres que amó o pensó amar).
La presencia del amor, aquí, tiene una raíz ética porque se convierte en una digna tabla de salvación ante los conflictos dramáticos que la vida le ha puesto al protagonista y su entorno humano. Aparentemente la novela no tiene el propósito de darle un espacio importante a la situación de la mujer en el contexto de una sociedad machista que contribuye en el fracaso de una vida; pero la historia de Carmen nos motiva a una lectura feminista: en la primera parte aparece como “el objeto de uso y abuso psicológico y físico”, ya que además de ser despojada, por su entorno varonil, de ilusiones, proyectos sentimentales y materiales que nunca son cristalizados, es víctima de un cáncer. Hasta aquí he procurado aproximarme al libro evitando en lo posible caer en el simple juicio de valor.
[Tomado de http://www.lostiempos.com/lecturas]