El poema ‘A una muchacha’ (1965), de Eduardo Mitre, pertenece al libro Ferviente humo (Nuevo Milenio, 1998), sobre el cual Julio Cortázar comentó: “La lectura de Ferviente humo ha sido para mí una bella experiencia de poesía. No es frecuente un libro en el que cada poema constituye una entidad, algo así como una estrella que luego, con los otros poemas, darán la constelación del poeta.
El poema que hemos elegido para compartir en Ecdótica es el primero del poemario, el que abre la constelación de Mitre.
I
TU VIENTRE es un acuario
donde luchan el pez casto
y la impureza.
Víbora de espuma
enroscada
en un sangriento tallo
tu cintura.
No decapitados ángeles de lluvia
sino columnas
de fuego encarcelado
tus dos muslos
y medida de la luz es tu estatura.
El sueño huye con la copia de tus rasgos
cuando el alba alumbra
árboles y pájaros
y la hierba consuma su delito
rompiendo el hímen
lunar y delicado del rocío.
Tus hombros quiebran
el huevo azul de la mañana.
Amarillo de campana y hueso
el viento te precede
alfombrando mariposas
y el espacio que abandonas
se aniquila
bebiéndose el recuerdo de tu forma.
Estás implicada en el milagro.
II
Amor, amor, si el tiempo solo fuera
enarenado sol
en tus rodillas, o en el paso de la luna
estañando
el silencio laminar de tus mejillas…
Pero el tiempo es un toro
de odio fermentado
y, antes de admitirte,
se previno de la sombra
vaciándole los ojos;
y hay algo que cae
a cada instante
tras tu espalda;
algo como pétalo
de frescura revocada
de un lagarto de humo
devora sin sonido
y deja en nada.
Tú vas a reeditar
el oprobio de la rosa.
Y es que un diente de ceniza
en celo funeral
te ha hincado sal
preparatoria de por vida;
y hay un cuervo atroz,
hay una herida
para cada pañuelo
de viento
empapado en tu risa.
III
La muerte en el traje
más simple que te orilla.
Corónate en la aureola
fugaz de este momento.
IV
Herrero jubilado en el metal
del pensamiento, el mundo te contempla
mientras muere el día
en una red de axilas sudorosas,
y ya presiento tu viaje
hacia una anciana
de sepultada simetría,
acunando recuerdos en la niebla,
porque nada tiene aún la luz
por ser luz
contra la sombra
ni tampoco el mar, por ser mar,
contra la tierra.
Fuente: Ferviente humo, Ed. Nuevo milenio (1998)